Doce Notas

Torroella de Montgrí inicia su 36 Festival

opinion  Torroella de Montgrí inicia su 36 Festival

Iglesia de Sant Genís © Festival Torroella de Montgrí/M. Artalejo

El decano Festival de Torroella de Montgrí inauguró, el pasado 30 de julio, su 36 edición con un notable recital a cargo de dos valores emergentes de la lírica internacional: la mezzo J’Nai Bridges i el tenor Pene Pati. A ellos se sumaran, los días sucesivos hasta el próximo 19 de agosto, grandes nombres ya habituales del certamen –Jordi Savall, Joaquín Achúcarro e Il Giardino Armonico–, entre otros, alternados con nuevas propuestas y promesas musicales.

Desde que la gestora Montse Faura tomó el timón del certamen, la apuesta por los valores seguros, junto a la promoción de los jóvenes intérpretes y nuevos creadores – con iniciativas singulares como el Fringe -, ha sido una constante en las últimas ediciones. A ello cabe sumar la interesante programación jazzística que se desarrolla en el escenario del puerto de l’Estartit con grandes figuras de nivel internacional.

Negro sobre blanco

El pasado 31 de julio pudimos asistir al recital ofrecido por dos grandes intérpretes bien conocidas en este certamen: la violinista Viktoria Mullova y la pianista Katia Labèque. Ambas, vestidas de blanco la primera y de negro la segunda, abordaron un programa musical que recorría desde el clasicismo mozartiano hasta las tendencias más místicas i minimalistas actuales, representadas por el compositor estoniano Arvo Pärt.  No obstante, a pesar del extraordinario talento artístico de las dos intérpretes, el resultado del concierto fue bastante desigual.

Ya en la sonata mozartiana que abría el programa (núm 35 en La mayor, K.526), la ejecución y la sensibilidad de las instrumentistas se revelaron en universos paralelos. Mientras la pianista gala se entregaba al teclado en carne y alma, exprimiendo la sutilezas de los pentagramas mozartianos con gran refinamiento expresivo, Mullova se limitó a tocar y a frotar con somera frialdad las cuerdas de su violín, lejos de todo aliento expresivo. En la sucesiva sonata de Schumann (núm.1 en La menor, Op. 105), el inflamado temperamento romántico pareció hermanar por momentos la expresión de ambas intérpretes, especialmente en los movimientos extremos, aunque la simbiosis que era de esperar – y desear- no tuvo lugar en ningún momento de la primera parte.

Ya después del descanso, los paisajes sonoros del compositor japonés Toru Takemitsu y las atmósferas del misticismo minimalista de Pärt fueron capaces de trenzar los anhelos expresivos de las dos músicas, ofreciendo una  emotiva lectura de sus obras: “Distance de fée” y “Fraters”, respectivamente. Finalizó el concierto, la “Sonata núm.2 en Sol mayor, Op. 77” de Maurice Ravel, en donde el duelo entre ambas interpretes – justificado aquí musicalmente, aunque no estéticamente,  por la propia escritura raveliana – pareció fundirse nuevamente por momentos en el blues del segundo movimiento, para dar luego ocasión de lucimiento al violín en el tercero, en donde pudimos escuchar la Mullova más inspirada de la noche.

Lamentablemente, la pasión y el virtuosismo expresivo de Labèque desde el piano no fue suficiente para levantar el vuelo de una velada lastrada por la tibia actuación de la violinista rusa.

Cantos per la Madonna Bruna

El tradicional concierto en memoria del político e intelectual Ernest Lluch, celebrado el pasado 2 de agosto, este año corrió a cargo del prestigioso conjunto italiano Ensemble Micrologus, una de las formaciones especializadas en la interpretación de música medieval con criterios históricos de mayor trayectoria y prestigio europeos.

Dado el carácter religioso del concierto, centrado en el Llibre vermell de Montserrat y las Cantigas de Santa María de Alfonso X, la organización del Festival optó por programarlo en la iglesia parroquial de Torroella de Montgrí, sede habitual del Festival antes de la inauguración del auditorio Espai Ter. Una opción que, si bien acertada desde cierto punto de vista estético, resultó poco afortunada acústica y climatológicamente.

Allí, los miembros del grupo italiano alternaron las piezas del pergamino montserratense con cinco cantigas dedicadas a la Virgen de Montserrat del célebre recopilatorio de las Cantigas de Santa María, cantadas todas ellas pulcramente y con gran dominio estilístico.  A las voces de Patrizia Bovi, Simone Sorini, Enea Sorini y Giovanni Cantarini, se sumaron las virtuosas interpretaciones instrumentales de Goffredo Degli Esposti (flautas y tamborín), Gabriele Russo (fídula y rabel) y Peppe Frana (laúd).

A pesar de los setecientos años que nos separan de la mayoría de estas músicas, la intensa y fluida interpretación del Ensemble Micrologus, lejos de filologismos museísticos, les devolvió la vitalidad, el entusiasmo y la frescura que inspiraron a los peregrinos del medievo en sus veladas en la montaña sagrada catalana. Vitalismo que contagió también al público que llenaba media nave del templo ampurdanés, el cual aplaudió ostentosamente la actuación de los brillantes intérpretes.

Una feliz recuperación

El Festival ampurdanés no ha querido pasar por alto la conmemoración del centenario de la muerte de Enrique Granados y se ha sumado a la efeméride programando una de sus obras líricas más desconocidas, el “Follet”, recientemente recuperada del olvido gracias al descubrimiento de su partitura en el archivo familiar de Granados por parte del historiador Xavier Padullès.

Compuesta en 1901, a partir de un libreto de Apeles Mestres, se estrenó en una audición privada en el Gran Teatro del Liceu (1903) pero debido al escaso interés que suscitó la obra no llegó a programarse para el gran público. De este modo, su partitura permaneció olvidada hasta ser redescubierta y reeditada por el editorial Tritó, quien, conjuntamente con la Orquesta de Cadaqués y el Auditori Enric Granados de Lérida, ha impulsado su reestreno en versión de concierto y la grabación de un registro.  El pasado 13 de febrero los pentagramas de Granados sonaron nuevamente más de 100 años después en el auditorio leridano que lleva su nombre  y, el pasado 3 agosto, lo hicieron nuevamente en el auditorio ampurdanés Espai Ter, dentro del marco del Festival de Torroella de Montgrí que, un año más, mantiene vivo su histórico compromiso para con el patrimonio musical.

El reparto de esta última función, integrado mayormente por cantantes y músicos del país, estuvo compuesto por el tenor Albert Casals (Follet), la soprano Erika Escribà (Nadala) y los barítonos Àlex Sanmartí (Arnau) y Carles Daza (comte Guillem / comte Martí), acompañados por la Orquestra de Cadaqués y el Cor de Cambra de l’Auditori Enric Granados de Lérida, bajo la dirección de Jaime Martín.

Más allá del interés histórico y documental de la partitura, que honra a los responsables de esta iniciativa, la obra en cuestión se reveló bastante irregular. Si bien la factura orquestal está elaborada con destacable maestría y con un brillante dominio del lenguaje instrumental – el preludio del tercer acto es, en este aspecto, la página más lograda de la partitura-, su escaso aliento dramático, debido ya de entrada a un insípido y pueril libreto, unido a un sentido lírico de las voces que nunca acaba de despegar, constantemente salpicado por intrascendentes comentarios instrumentales, hacen que la obra no acabe de funcionar como espectáculo escénico.

No obstante, esto no resta mérito a la espléndida labor de los intérpretes que llevaron a cabo su exhumación, en la reciente versión semiescenificada. El tenor catalán Albert Casals defendió con gran dignidad el inclemente rol protagonista, logrando momentos de suntuosa brillantez expresiva como en el dúo amoroso del segundo acto junto a la notable soprano Erika Escribà, una de las páginas de más explícita influencia wagneriana de la partitura. El rotundo Arnau de Sanmartí, en el tercer acto, y el siempre elegante Carles Daza, en su doble papel del primero, sacaron el mejor partido a sus respectivos papeles baritonales. A su buen hacer, se sumó el del Cor de Cambra de l’Auditori Enric Granados, exhibiendo un notable estado de forma en el primer acto. Sin embargo, la dirección de Jaime Martín, muy atenta e incisiva con respecto a la orquesta, se mostró poco considerada con las voces, a las que tapó en reiteradas ocasiones, obligándolas a luchar contra un volumen orquestal más propio del sinfonismo que del melodrama. La formación de Cadaqués , como de costumbre,  estuve sensacional.

Por todo y con todo ello, no cabe sino felicitar a los protagonistas y a los responsables de esta aventura por tan feliz recuperación histórica.

www.festivaldetorroella.cat

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