Doce Notas

La 6 edición del FeMAP comienza con nota

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Las cuatro estaciones de Vivaldi. La Seu d’Urgell
© Patrícia Márquez

Un total de 43 conciertos se desarrollarán dentro del FeMAP durante los meses de julio y agosto en 28 municipios del Pirineo catalán, andorrano y francés, en los cuales se darán cita 17 formaciones musicales especializadas en el repertorio antiguo.

Una actividad concertística que se complementa con numerosas actividades culturales y formativas paralelas, y la reivindicación del riquísimo patrimonio histórico y gastronómico del territorio pirenaico, resultando de todo ello el festival de mayor magnitud a escala europea.

El pasado 3 de julio tuvimos ocasión de escuchar, en el Teatro Municipal de Berga, la estimulante producción que inauguró la presente edición del Festival de Música Antiga dels Pirineus (FeMAP), una propuesta liderada por el espléndido violinista leridano Joan Espina, quien, al frente de la formación de instrumentos antiguos de cuerda creada por el FeMAP, desarrolló un programa vivaldiano sumamente atractivo. Debido a un baja de última hora, hubo un leve cambio en el repertorio, que comenzó con el Concierto en Do mayor RV 117, correspondiente al conjunto de Concerti a quattro del catalogo del célebre compositor veneciano; una pieza magníficamente ejecutada en donde pudimos reconocer  algunos movimientos de las sinfonías vivaldianas  para obras escénicas como La Senna Festeggiante y Farnace. Siguió a éste el simpático Capriccio stravagante del compositor italiano Carlo Farina, uno de los primeros virtuosos del violín que contribuyó enormemente al desarrollo técnico de dicho instrumento, como muy bien pudo apreciarse en esta deliciosa obra en donde hace ladrar, gemir o cacarear las cuerdas del instrumento para imitar los sonidos de distintos animales.

Otra grata sorpresa del programa fue la inclusión de la sonata Battalia del  bohemio Heinrich Ignaz Biber, un compositor que, buscando nuevas maneras de romper moldes y de ofrecer nuevas experiencias musicales, fue un auténtico vanguardista avant la lettre. En dicha sonata se combinan diversas danzas, marchas, movimientos descriptivos y otros divagaciones de carácter más lírico, como el culminante “Lamento por los soldados caídos”, para representarnos musicalmente la historia de una batalla sin otro elemento escénico que el sonido de los instrumentos de cuerda. Se trata uno de los primeros y más logrados ejemplos de música programática. Siguiendo las indicaciones del compositor, los jóvenes intérpretes de la orquesta del festival pirenaico hicieron las delicias del público percutiendo las cuerdas de los violines con las maderas del arco a ritmo del tambor militar marcado por el contrabajo, así como pinzando violentamente las cuerdas en plena batalla o interpretando simultáneamente embriagadoras melodías populares en distintas tonalidades.

Después de la batalla biberiana, coronó esta generosa primera parte el exquisito Concierto para laúd, dos violines y bajo continuo en Re M de Vivaldi, ejecutado magistralmente -salvo un leve desajuste en el Largo central- por el brillante guitarrista Rafael Bonavita.

En el segunda parte se sirvió el plato fuerte de programa, con una intensa interpretación de las populares Cuatro Estaciones de il prete rosso, una ejecución en la que Joan Espina brilló como solista  a la par que infundió al conjunto un aliento electrizante y un uso sumamente expresivo de las dinámicas, especialmente logrado en los movimientos más rápidos. Los cálidos aplausos de un público entusiasta propiciaron como propina el segundo movimiento de otro concierto vilvaldiano

Después de este bautismo de alta intensidad barroca, seguirán las próximas semanas deliciosas propuestas de cámara como las protagonizadas por los conjuntos Inégal Consort, la Capella de Ministrers o Il coro d’Arcadia, entre otros, en distintos escenarios de la cordillera catalana y andorrana, antes de la obligada cita con Gli Incogniti  el penúltimo fin de semana de mes.

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