Doce Notas

Simon Boccanegra regresa al Liceu

opinion  Simon Boccanegra regresa al Liceu

Simon Boccanegra © A. Bofill

Una reposición cuyo principal atractivo residía en el veterano reparto masculino del rol protagonista, en el cual se alternaban el gran barítono italiano Leo Nucci y el galáctico tenor, reconvertido en barítono, Plácido Domingo. Precisamente con este título, el cantante madrileño celebraba el 50 aniversario de su debut en el coliseo barcelonés.

No obstante, la función que tenemos ocasión de reseñar, transcurrida el pasado 25 de abril, fue protagonizada por el Simón del italiano Giovanni Meoni quien, siguiendo la tendencia general del conjunto del reparto, fue de menos a más a la largo de la representación, luciendo un canto noble y elegante, aunque puntalmente faltado de mayor autoridad en el registro grave. El joven Adorno estuvo confiado  al pujante tenor Fabio Sartori, poseedor de un poderoso y bien timbrado instrumento. En el primer acto, durante la escena del delicioso dueto con Amelia, acusó un canto fogoso pero poco matizado que, sin embrago, fue ganando riqueza expresiva en los actos posteriores, logrando al final una lucida interpretación. También fue a más el bajo ucrainés Vitalij Kowaljow en el papel de Fiesco, logrando su mejor momento en el dúo culminante del tercer acto con Boccanegra. Sin embargo, el Paolo de Àngel Òdena estuvo magistral desde el primer minuto, alcanzando uno de los éxitos más destacados de la velada.

La única voz femenina del reparto –la episódica sirvienta de Amelia fue resuelta con eficacia por Elisabeth Maldonado-, Amelia Grimaldi, fue encarnada por la soprano Barbara Frittoli, quién ofreció una versión más bien discreta, e incluso calante, en el primer acto, para ir mejorando con un canto cada vez más expansivo e incisivo después del descanso. Damián del Castillo (Pietro) y Francisco Vas (Capitán) completaron con solvencia el reparto.

La dirección de Massimo Zanetti  y la orquesta del teatro, lejos de ofrecer su mejor versión, ganaron en matiz e intensidad en los actos finales, corrigiendo algunos leves desajustes y los tiempos un tanto irregulares de los primeros. El coro cumplió con nota en todas sus intervenciones.

A pesar de no ser una de las obras verdianas más arraigadas en el repertorio liceísta, Simon Boccanegra cuenta con sobrados atractivos musicales que, de saberse explotar con inteligencia, pueden dar de sí un intenso espectáculo dramático. No fue este el caso de la austera e insulsa puesta en escena de Gómez que, en el intento minimalista de modernizar la acción dramática, acaba desdibujando su narración sin aportar nada. Otra reposición, no merece la pena.

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