Sacks falleció en su casa de Nueva York a los 82 años dejándonos un maravilloso legado como científico pero también como escritor. Despertares, libro que fue adaptado al cine (Awakenings,1990), El hombre que confundió a su esposa con un sombrero, La isla de los ciegos al color o su autobiografía En movimiento publicada el mismo año de su fallecimiento son algunos ejemplos de todo su trabajo.
Además, realizó una gran contribución al mundo de la neurociencia de la música, ejemplo de ello es Musicofilia, libro que la editorial Anagrama ha vuelto a editar hace unos meses. Ya desde el prefacio se plasma que el interés que sentía este neurólogo por la música y el cerebro venía desde hacía años, en concreto desde 1966, al contemplar el efecto que la música producía en pacientes con Parkinson profundo. Este motivo le llevó a pensar y a escribir sobre música y a constatar los continuos efectos que tiene la música en casi todos los aspectos de la función cerebral.
Musicofilia parte de la escucha y comprensión de distintos pacientes y otros sujetos cercanos a Sacks, conformando así un conjunto de relatos que tratan multitud de temas relacionados con la música y el cerebro. El libro está estructurado en cuatro bloques y a lo largo de ellos se van desengranando experiencias interesantemente redactadas sobre multitud de aspectos: gusanos y alucinaciones musicales, “savants musicales”, música y sinestesia, amusias, amnesias, distonías, Parkinson, síndrome de Tourette y Williams, demencia o la emoción musical son algunos de ellos. Por supuesto, uno de los pilares fundamentales a lo largo de los capítulos es el mundo de los sueños, ya que para él los sueños eran “el tercer estado de la existencia”.
La lectura de este libro hace a uno reflexionar profundamente sobre la importancia que ejerce la música en nuestro día a día y lo relevante que puede llegar a ser para realizar mejoras en multitud de síndromes y enfermedades. Al igual que permitirnos ser más conscientes de que la música es capaz de provocar emociones profundas e inexplicables en el individuo.
Oliver Sacks finalmente no llegó a celebrar su cumpleaños con bismuto, elemento que consideraba “un humilde metal gris, a menudo desdeñado e ignorado, incluso por los amantes de los metales”. Un sentimiento del que encontraba paralelismo con su trabajo como médico, repleto de sensibilidad hacia lo marginal o maltratado. Oliver Sacks dedicó una vida a investigar, a enseñar a los demás, dándonos continuas lecciones humanas: “A veces, la enfermedad nos puede enseñar lo que tiene la vida de valioso y permitirnos vivirla más intensamente”.
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