Doce Notas

La Bartoli brilla en el Palau de la Música Catalana

opinion  La Bartoli brilla en el Palau de la Música Catalana

Cecilia Bartoli © A. Bofill

Como en anteriores ocasiones, el escenario escogido fue el emblemático Palau de la Música Catalana, donde el cartel de entradas agotadas llevaba colgado más de dos meses atrás. Como es sabido, la estimación de los melómanos catalanes hacia la diva italiana viene ya de muy lejos y ella quiso recompensar su fidelidad no cancelando este recital aún a pesar de estar visiblemente afectada por un severo resfriado, cosa que le agradeció públicamente en persona el mismo director del auditorio, Joan Oller, al inicio del concierto. Bien pronto, su entusiasmo escénico y su virtuosa técnica se impusieron y nos hicieron olvidar las amenazas de la afección catarral.

El primer bloque del programa estuvo dedicado a uno sus compositores fetiches, Antonio Vivaldi, a quien años atrás dedicó también un Cd monográfico redescubriendo su faceta como operista. Si bien en la primera aria (“Gelosia, tu già rendi l’alma mia” de Ottone in villa) se la notó con la voz algo velada, en la exquisita “Sol da te” de Orlando furioso, junto a la deliciosa flauta de Jean-Marc Goujon, comenzó a desplegar su incisivo lirismo, coronado con una auténtica exhibición de coloratura en la “Agitata da due venti” de Griselda. El espléndido conjunto de instrumentos históricos I Barocchisti, liderado por el prestigioso organista y director Diego Fasolis, conjugó en todo momento unas dinámicas incisivas y un elegante equilibrio sonoro, actuando en perfecta sintonía con la mezzo romana y logrando una memorable interpretación de las oberturas y concerti interpretados. Visiblemente congestionada, la Bartoli culminó el repertorio vivaldiano con una emotiva e inmaculada interpretación del aria de Farnace “Gelido in ogni vena” y una simpática ejecución, pandereta en mano, de la “Sventurata navicella” de Giustino.

Concluyeron la primera parte del programa tres piezas del desconocido compositor germano Hermann Friedrich Raupach (1728-1778), uno de los protagonistas musicales de la corte musical sanpetersburguesa a mediados del siglo XVIII, profesor de compositores rusos como Dmitry Bortniansky y Yevstigney Fomin y también mentor del pequeño Mozart en París, quien utilizó parte del material de las obras de Raupach en sus primerizas composiciones. Afortunadamente, gracias a este reciente trabajo discográfico de la cantante italiana, hemos rescatado su nombre del olvido y sacudido el polvo de algunos de sus extraordinarios pentagramas que hicieron las delicias del público barcelonés, rendido absolutamente a los encantos de su música y a la exhibición canora de la romana (quien dio muestras de un dominio del fiato y las medias voces casi milagroso).

La elegancia de la música de il caro Sassone Johann Adolf Hasse (1699-1783) y la intensidad expresiva del también olvidado Francesco Domenico Araia (1709- c.-1770) brillaron en la segunda parte del concierto, así como también los electrizantes pentagramas del magistral Nicola Popora (1686-1768). La unánime ovación del público forzó tres propinas: una aria diabólicamente ornamentada del compositor Agostino Steffani (1654-1728), otro redescubrimiento que la galáctica cantante promocionó en su anterior cedé titulado Mission; una vibrante página de Porpora y, finalmente, apareciendo vestida con abrigo, manguito y gorro rusos, la brillante aria “Razverzi pyos gortani, Iaya” de la ópera Altsesta de Raupach. Una vez más, la genial intérprete colmó las expectativas del exigente y apasionado público catalán, erigiéndose en genuina emperatriz del bel canto.

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