A principios del mes de agosto de este año 2015 de nuestros dolores, apareció vía twitter un artículo en la página web de France music, firmado por Aliette de Laleu. Se repasaba en él un puñado de óperas de reciente composición, alguna incluso pendiente de estreno, cuyas temáticas raras y enloquecidas movían a reflexión (ver al final de este texto una traducción propia del citado artículo).
Estrellas del porno, y no una sino dos, la tradicional biografía de alguien importante de nuestros días, Steve Jobs en este caso, sexo, porno, series de televisión como asunto operístico, un cerdito en busca del amor y hasta un pato necrófilo y homosexual basado en una curiosa investigación.
Resulta llamativa esta colección de rarezas temáticas para la ópera, pero en ningún caso son ya novedad; en las últimas décadas han ido haciendo su camino no pocas óperas que exploran esa temática “contemporánea” en la que el sexo, el porno, los animalitos o las biografías de famosos son tendencia.
Alguien podrá objetar que la ópera no tiene por qué ser un campo cerrado a las corrientes culturales (o inculturales, que para el caso es lo mismo) de nuestros días. Y es cierto, espero que no nos movamos en el terreno de las evidencias fáciles. Lo que me interesa señalar es que todas estas “gracietas” pueden ser operísticas o no. Y me atrevo a pensar que lo segundo es lo más probable. Una biografía de Steve Jobs no significa, a priori, que el resultado sea el adecuado para la expresión operística, ni siquiera estoy seguro que dé para un musical abierto. Pero, obviamente, me puedo llevar una sorpresa. Todavía no me he repuesto del absurdo que representó la ópera de Philip Glass sobre la vida de Walt Disney.
En cuanto a estrellas de porno, es conocida la producción Anna Nicole, del compositor Mark Anthony Turnage. Se estrenó en 2011 en la Royal Opera House de Londres y se ha repuesto el año pasado. El DVD de la ópera circula por el mercado y la ópera no está nada mal. También es cierto que Turnage no es un advenedizo, es un compositor sólido y buen conocedor del género, ya Hans Werner Henze lo elogiaba en sus memorias.
Por otra parte, la lista de Laleu mezcla grandes producciones con ópera de pequeño formato defendidas en plan guerrilla por pequeñas compañías a las que siempre hay que suponerles un extra de gesticulación para llamar la atención. En suma, hay que darle al artículo de Laleu la importancia que tiene como un escrito puntual que selecciona lo más llamativo de la actualidad sin más valoración que juntar rarezas.
En realidad, la problemática no reside en los temas mismos. Una estrella del porno, ya sea Anna Nicole o Lolo Ferrari, puede ser un tema operístico aceptable (Anna Nicole lo es), en la misma medida que lo fue La Traviata en su tiempo. Las óperas con animalitos, ya sean homosexuales o cerditos enamorados, pueden tener un buen antecedente en La zorrita astuta, de Janacek, o L’enfant et les sortilèges, de Ravel. El principal problema reside, a mi juicio, en el extendido prejuicio de que la ópera puede contarlo todo.
¿La ópera puede con todo?
Responder a esta pregunta implica preguntarse antes cosas como: ¿qué es una ópera? ¿Cuáles son sus ingredientes y sus convenciones? Para ir respondiendo de lo simple a lo complejo, digamos que una ópera es una historia cantada. Y una buena ópera o simplemente una ópera útil a su época es aquella en que una historia cantada ofrece la convicción a la sociedad de que encuentra en el canto su mayor fuerza expresiva, su legitimidad.
Naturalmente, la legitimidad es un consenso y eso es, justamente, lo que se ha volatilizado. Y ese consenso desaparecido es una de las señales fuertes de la continuidad de un concepto incómodo y no siempre fácil de entender: la muerte de la ópera.
La muerte de la ópera es el paradigma central del siglo XX. Indica, en primer lugar que ha desaparecido el consenso sobre las convenciones operísticas (el cómo y el porqué nos llevaría muy lejos para las dimensiones de este artículo. Ver mi libro Cuestiones de ópera contemporánea. Metáforas de supervivencia). Pero resulta más interesante ver como se infiltra este concepto en toda la problemática de la ópera en las últimas décadas. Si la muerte de la ópera implica la desaparición del consenso operístico, la certidumbre de que todo el público sabe qué va a ver y escuchar como género, cualquier manifestación que no ataque esta crisis se sitúa dentro del paradigma de la muerte de la ópera.
El mantenimiento de las actividades operísticas en un culto casi exclusivo al pasado del género es una forma de la muerte de la ópera, es la confesión de una incapacidad asumida de renovar el género y hasta bien entrado el siglo XX esto nunca fue así. La idea de que la ópera puede ser una manifestación experimental en la que cada autor (o autores, es decir, libretistas y directores escénicos además de compositores) deben inventar las fórmulas de narración por sí solos es la muerte de la ópera; y quien no lo vea claro que piense en el cine.
Para no alargar demasiado el texto, la idea de que la ópera puede contar cualquier cosa es la muerte de la ópera. La ópera puede contar muchas cosas, pero debe hacerlo desde la búsqueda de un posible consenso con el receptor del espectáculo respecto a la convención más poderosa que crea la narración cantada. A esta dificultad, ya de por sí enorme, se le añade otra que nos atañe como españoles, esa convención debe articularse desde cada idioma, ya que la lengua es el sustrato de la convención melódica y cada lengua tiene una música que debe explorar y hacer viable desde el canto ante su comunidad lingüística.
¿La ópera puede con algo?
Pero, volvamos al asunto de los temas. Lo que muestra este baile de tendencias de actualidad en el apartado temático es la misma agonía experimental que mostraban las antióperas de las décadas de los cincuenta a los setenta del siglo pasado. Da lo mismo que la música sea tonal, con reminiscencias de jazz, pop, musical o incluso antigua. Si no establece un consenso general respecto a la convención de contar cantando, estamos ante un experimento. Se podría incluso añadir que se trataría, además, de un experimento sin experiencia de búsqueda.
Es difícil ser duro ante este bosque de tendencias. Se trata de la pulsión normal en un entorno en el que la ópera es un espantajo vacío que no suma voluntades. Romper esa dinámica, superar, en suma, la muerte de la ópera no solo es extremadamente difícil, es que implica una voluntad cultural colectiva que no se puede preparar desde la soledad de la partitura.
Si acaso, se puede señalar para no llamarse a engaño que poco se puede sacar de una actitud parasitaria. Convertirse en epígonos de las series de televisión, solo porque son el sustrato de lo popular, es situarse en la insignificancia cultural, aunque puede que un genio te dé la sorpresa.
Pero, a falta de condiciones culturales favorables, lo único sano y sensato que se puede hacer es saber cuáles son las condiciones de producción de óperas en nuestros días, no engañarse más de lo normal ante sus dificultades y tener la modestia de que hay que trabajar desde la base, poner ladrillos con discreción y no vender pieles ni del oso ni de ningún animal antes de haber salido a cazar la pieza.
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Cuando las óperas se inspiran en los temas más improbables
[Traducción del artículo de Aliette de Laleu «Quand les opéras s’inspirent des sujets les plus improbables», publicado el 7 de agosto de 2015 en France music].
Con el anuncio de una ópera a partir de la vida de Steve Jobs, ha llegado el momento de (re)introducirnos en las producciones contemporáneas más originales: florilegio de las óperas más improbables.
A partir del momento en que la ópera se inspira en la vida real, podemos esperarnos de todo y cualquier cosa. Sexualidad, animal o comportamientos extraños, estrellas del porno, o incluso series de la TV, las óperas contemporáneas se atreven a atacar los temas más locos.
La (R)evolución de Steve Jobs
En la familia de las óperas un poco locas, situaría a Steve Jobs. El cofundador de la marca Apple será la vedette de una producción que llegará a la Ópera de Santa Fe (Nuevo México) y titulada The (R)evolution of Steve Jobs. El compositor Mason Bates justifica la elección de Steve Jobs, fallecido en 2011 a causa de un cáncer de pancreas : “Pensé que había una manera de escribir cualquier cosa sobre un ingeniero creativo que sería la clave de la historia. Y Steve Jobs es a la vez un creativo, un ingeniero y un humanista.”
La ópera, que verá la luz en 2017, describe la vida profesional y personal del emprendedor americano, poniendo en escena su relación con su mujer, Laurene Powell Jobs, y su padre, Paul. Para el libreto, la Ópera de Santa Fe ha llamado al libretista Mark Capbell, premio Pulitzer 2012 por su ópera Silent Night sobre la Primera Guerra Mundial.
Lolo Ópera
También en Francia, las óperas homenajean a las grandes figuras contemporáneas. Quizá menos gloriosas, pero sobre las que es interesante acercarse. Lolo Ferrari, por ejemplo, ha conocido su momento de gloria postmortem hace dos años. El Théâtre des Arts de Rouen se ha embarcado en una apuesta un poco loca al homenajear a la antigua actriz del porno, conocida (también) por su pecho desmesurado.
Al lado de Carmen o Leonora (Fidelio), Lolo se convierte en un auténtico personaje de ópera a través de 12 cuadros puestos en escena por Michaël Delaunoy.
Frédéric Roels, director del teatro, justifica la elección recordando el tema de su temporada 2012-13: Las mujeres rebeldes. Para él, Lolo Ferrari es “un ejemplo trágico de las transformaciones que se puede imponer al propio cuerpo para dar respuesta a los fantasmas.” Tras 25 operaciones de cirugía estética, Lolo Ferrari muere en el año 2000 a causa de una sobredosis de medicamentos. A lo largo de toda su vida, sufrió las presiones de su marido para llevar su cuerpo al límite y aparecer como un icono en la industria pornográfica.
Anna Nicole
Los anglosajones tienen también su Lolo Ferrari: Anna Nicole Smith. La americana ya fue objeto de una ópera en 2011, ofrecida en la Royal Opera House de Londres. Los paralelismos entre las dos mujeres son numerosos. Anna Nicole Smith comienza como bailarina de strip tease en Texas antes de ser descubierta por un fotógrafo. Manipulada por este hombre, pasa por el quirófano y se somete a numerosas operaciones de cirugía estética que verían aumentar su (ligero) parecido con Marylin Monroe, su ídolo.
La joven se casa con un millonario (que muere dos años más tarde a la edad de 90 años), lucha para recuperar la herencia, pierde a su hijo de 20 años y muere en 2007 por una sobredosis de medicamentos. La ópera, compuesta por Mark Anthony Turnage sobre un libreto de Richard Thomas, dividió a la crítica, pero no obstante se ha repuesto el año pasado, siempre en la Royal Opera House.
La ópera del pato real, necrófilo y homosexual
Si el título de la ópera, L’opéra du colvert nécrophile et homosexual, hace pensar en una enorme broma, esta historia del pato homosexual y necrófilo está inspirada en un estudio muy serio publicado en 2003. El autor, Kees Moeliker, es conservador en el Museo de historia natural de Rotterdam. Estudió en 2003 el caso de estos patos de comportamiento extraño y publicó su estudio que le valió un Premio Ig Nobel (los que recompensan los descubrimientos absurdos).
Inspirado por este libro, Dan Gillingwater compone una ópera que será ofrecida este fin de semana en la Kings Place de Londres. Si por casualidad les ha gustado el resumen, ¡no duden en reservar su entrada!
El órgano encantado
Esta ópera “celebra la sexualidad” a la vez que lanza una sátira sobre la industria pornográfica. El órgano encantado comienza por un juego de palabras, ya que organ en inglés tiene un doble significado: musical y parte del cuerpo, y no se sabe si este órgano hace referencia a la voz o al sexo. Y en el cuerpo de esta ópera en dos actos, los cantantes pasan del oratorio barroco a los antiguos himnos griegos con una pizca de Casca nueces y de bandas sonoras de películas porno de los años 70.
Esta fusión musical está dirigida por el dúo Gordon Beeferman (en la composición) y Charlotte Jackson (en el libreto).
Gloria – un cuento de cerdos
Imaginen sobre un escenario a un jabalí, ranas y vacas, cinco hombres sándwich (o mejor perritos calientes) y, en el papel principal, un cerdo a la búsqueda del amor. Gloria – a pigtale se parece más o menos a este cuadro, con un fondo sonoro de jazz, blues, música bávara y un puntito de Mahler y Wagner.
Voluntariamente enloquecida, esta ópera imaginada por la compañía británica Mahogany Opera Group busca “crear nuevas óperas, de una nueva manera”. Puesta en música por HK Gruber a partir de un libreto de Rudolf Hertfurtner, la ópera ha sido presentada el año pasado en el Reino Unido.
Breaking Bad Ozymandias
Fans de la serie, el director artístico de One World Symphony Sung Jin Hong, ha hecho realidad vuestros sueños. La ópera Breaking Bad pone en escena a Walter White y su universo: por tanto se habla de tráfico de drogas y problemas familiares, se escucha incluso los “Yeah, Bitch” de Jesse, su acólito.
La producción de One World Symphony que apareció en 2014 se inspira también, paralelamente, en el poema épico Ozymandias, escrito por Percy Bysshe Shelle en 1818. El soneto hace referencia al faraón Ramses II, a su imperio y a su potencia. La ópera merece muchas felicitaciones ya que llega a realizar lo imposible: reunir a Ramses II con Walter White.
Bonus
Para seguir con el cóctel explosivo de ópera y series de TV, la compañía Carmen à tout Prix parodia a Juego de Tronos con los personajes cargados de veracidad y un arreglo musical cercano a las más grandes óperas. Para escuchar sin moderación.