Max Emanuel Cencic. Cortesía Festiva de Peralada
Un fraude galáctico
El pasado día 10 de agosto, se presentaba en algunos medios, a bombo y platillos, el debut en Peralada del mediático contratenor, agente artístico, director de escena y productor discográfico Max Emanuel Cencic, un todoterreno superstar que había de hacer empequeñecer la popularidad de la mítica Cecilia Bartoli. Avalado por sus exquisitas y galardonas producciones discográficas (¡ay, los milagros de la tecnología!), aterrizó en la iglesia del Carme con un programa de motetes y cantatas religiosas de los poco conocidos compositores napolitanos Nicola Porpora y Leonardo Leo que no logró atraer más de medio aforo. Aunque a sabiendas de lo que les iba a esperar, probablemente no hubiera llenado ni las dos primeras filas.
Baste decir que lo mejor de la velada fue, con creces, el reducido conjunto catalán Vespres d’Arnadí, cuyas intervenciones instrumentales, sin ser excepcionales, lograron sacar buen partido y lucimiento a las páginas de grandes maestros del barroco como Albinoni, Porpora y Vivaldi. Entre ellos, cabe destacar especialmente al virtuoso chelo de Oriol Aymat – memorable en la sonata para violoncelo y continuo de Porpora-, así como al órgano del maestro Dani Espasa.
El divo croata se presentó ante el auditorio con un look absolutamente cambiado al de las fotos aparecidas en los medios y programas (de lucir un tupido tupé en la portada del programa de mano a una ostensible calva en el escenario), con una actitud aparentemente desganada, sin levantar la vista del atril de partituras durante todo el concierto y con una voz pequeñísima, apenas audible ni en los pasajes solamente acompañada por el bajo continuo. Muy a pesar del título del programa (“Amores y Pasiones”), si bien el repertorio seleccionado ya no era muy apasionado para un auditorio como el de Peralada (no especialmente melómano ni ávido de novedades), la apatía con que fue interpretado sumada a la discreción de medios canoros del altivo cantante conreó más desamores que otra cosa. Si a ello añadimos las falsas expectativas generadas por sus producciones discográficas y campañas mediáticas, la frustración de sus fans fue por partida doble.
A las vistas de su exhibición como cantante, no es de extrañar que tenga tiempo para cultivar tan diversas inquietudes artísticas. No ponemos en duda que abarque más cosas que la mismísima Bartoli, pero lo que es cantar, lo hace bastante menos. Alguien debería explicarle a este chico el significado de aquella sentencia de nuestro sabio refranero que reza: “quien mucho abarca poco aprieta”.
Un tándem de lujo
A las antípodas de lo anterior, la noche siguiente, en el mismo escenario, tuvimos ocasión de gozar de la velada lírica más exquisita del festival de este año, gracias al prodigioso tándem formado por la soprano Diana Damrau y el magistral pianista Helmut Deutsch.
Diana Damrau. Cortesía Festival de Peralada
Con un programa integral de lieder, la cantante germana encandiló al público gracias a la delicadeza de un canto sumamente refinado y preciosista, sabiamente modulado y de gran unción melódica y delicioso timbre. La suya fue una auténtica exhibición de talento, expresividad y magisterio canoro que hizo brillar con intensidad la exquisita selección de canciones de Schubert, Liszt y Strauss. Todo ello, gracias a la milagrosa concertación al piano del maestro Deutsch, quien a sus setenta años, y con más de cien discos a la espalda, sigue siendo una leyenda viva y bien activa de las teclas a escala mundial.
Los sonoros aplausos y ovaciones del público, después del profundo silencio reverencial que provocaron las cuatro últimas canciones de Strauss que cerraban el programa, arrancaron a los dos intérpretes hasta cuatro propinas: dos canciones straussianas (“Nichts” y “Zueignung”) y dos concesiones operísticas´(“O mio babbino caro” y “Adieu notre petite table”) que acabaron poniendo todo el templo en pie. Un final de cartel lírico inmejorable.
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