Don Giovanni. Cortesia Teatro de la Maestranza
Inserta en el marco de “Don Juan Sevilla 2014” que organiza la ciudad hispalense para conmemorar la relación entre el libertino personaje y la ciudad, el Teatro de la Maestranza recupera este emblemático título en una producción propia del año 2008 para inaugurar la temporada lírica 2014/15.
Si fueran pocas la atracción que supone abrir la temporada con semejante título habría que sumar a esto algunos reclamos más, como el regreso a los escenarios del barítono malagueño Carlos Álvarez, la dirección musical del jovencísimo Maxim Emelyanychev y un reparto en su mayoría español.
El resultado de tan ansiosa propuesta es que las entradas están a punto de agotarse para las cuatro funciones. El público ha respondido. Anoche solo faltaba ver que tal ilusión fuera recompensada con aplausos. Y así fue. El coliseo estalló en prolongadas ovaciones al final de cada aria solista y, por supuesto, al final de la obra. Todo ello, a pesar de contar con un vestuario que hacía perder el hilo argumental de la representación: trajes de época “a la moda sideral” o un Don Ottavio más propio de Scarface que de la ópera en cuestión. A pesar de ello, el argumento es de sobra conocido y la historia se sustenta a partir de los conocimientos previos del espectador.
Otro punto clave en el éxito de ayer fue la sólida base que supuso el discurso musical en la dirección y el clave del jovencísimo Emelyanychev. A muchos no les ofrecería demasiada confianza dejar todo un Don Giovanni en tales manos, que llegaban al Teatro de la Maestranza sin apenas avales, al menos en escenarios españoles. Yo, personalmente, asistí ansioso ante tan novedosa propuesta. El resultado fue totalmente satisfactorio. A mi juicio, un nuevo descubrimiento que basó su concepción del Don Giovanni en insignificantes detalles que para un buen observador resultan cruciales, demostrando así un gran dominio y conocimiento de la partitura. Estos fueron proyectados en exquisitos fraseos y en una contundente línea melódica respaldada en el drama. Como recompensa recibió el calor del público que supo reconocer con ansiados aplausos su valía, pero sobre todo de la orquesta, que disfruto de su sabiduría desde la proximidad.
El barítono Carlos Álvarez se mostró comedido, sin excesos, debido a un problema gripal que le había afectado días antes del estreno. Aun así, demostró un gran dominio del papel, tanto escénicamente como vocalmente, y sobre todo, una gran complicidad con su compañero de canalladas, David Menéndez (Leporello) que debutaba en dicho papel y cumplió con las expectativas sobradamente.
Otra apuesta sobre seguro era la soprano Yolanda Auyanet, en el rol de Donna Anna que defendió con honores su papel, tanto en solitario como con su eterno partenaire, el tenor José Luis Sola (Don Ottavio) que demostró sus numerosas cualidades de dicción y color vocal en un rol que adolece de momentos estelares.
Maite Alberola (Donna Elvira) una habitual de los teatros españoles debutaba en las tablas del teatro sevillano y se mostró muy segura en uno de sus papeles fetiches solventando convenientemente los problemas que presenta la acústica de este teatro en la parte posterior del escenario.
La soprano sevillana Rocío Ignacio y David Lagares dieron voz a la pareja campesina Zerlina y Masetto de manera magistral. Ambos se sintieron como en su casa, pues realmente lo estaban. Mención especial también merece el bajo profundo Pavel Daniluk (Il Commendatore) en el rol al que más afectaba escénicamente la impropia escenografía pues en lugar de estatua resultó ser resucitado y acompañado a la cena por gánsteres armados. Solventó el problema de manera espléndida, gracias a sus atributos vocales.
Como punto final, la ambigua escenografía de Mario Gas obsequia a Don Giovanni con el perdón a sus libidinosos actos. Y es que el Don Juan, como arquetipo del deseo continúa tan vivo en la actualidad como lo estuvo en épocas pretéritas.