
Esta tercera edición está protagonizada por el grupo Cosmos 21 (Vicente Martínez, flauta; David Arenas, clarinete; Pilar Montejano, saxo alto y tenor; Emilio Sánchez, violín; Raúl Pinillos, violonchelo; y Manuel Rico, piano), dirigido por Carlos Galán, un ensemble con 25 años de trayectoria y referente en el campo de la música contemporánea española.
El programa lo conforman cuatro obras: Así me lo trajo el viento, de Aurora Aroca; A vulgar display of power, de Germán Alonso; El abismo de los ángeles, de Rubén L. Someso; Il profumo di Lasso, op. 26, de Manuel Tévar y los estrenos de Luis Román (Albariza) y Alberto Carretero (Étude d’intensité).
El grupo Cosmos 21, reconocido por su entrega y pasión en el escenario, se presentó en 1988 en Madrid en un ciclo de jóvenes compositores del CDMC. Ha sido pionero en Europa en considerar el concierto como un espectáculo integral en el que se tuvieran en cuenta los aspectos extramusicales como el vestuario, el movimiento escénico o la iluminación, lo que dota de una fuerte carga comunicativa cada programa.
Carlos Galán, pianista, ha centrado su actividad como director en el grupo Cosmos 21. Ha estrenado más de 300 obras y publicado 12 discos. Como compositor ha obtenido numerosos premios nacionales e internacionales con encargos de prestigiosas orquestas y festivales.
El compositor y periodista musical Jorge Fernández Guerra, autor de las notas al programa, señala que «Cosmos 21 siempre se ha caracterizado por un impulso permanente hacia la agitación. Sus conciertos buscan la diversidad sensorial, la multiplicación de estímulos, que el espectador no se aburra por lo que ve, absorto quizá en lo que oye. Condiciones posturales dinámicas, vestuario colorista y, lo más importante, visualidad plasmada en el uso de la luz cuando es posible. Todo ello sin desatender el contenido de las partituras. De mucho de esto habrá buena prueba en esta sesión, ya que la interacción con la luz se ha insertado incluso en alguna de las partituras que se estrenan en este concierto.
Un concierto dedicado a un grupo generacional tan concentrado (el más joven, Luis Román nació en el año 1989 y los más veteranos, Aurora Aroca y Rubén Someso, son del año 1979) siempre brinda la tentación de ser visto como un retrato de generación. Por supuesto, algo de eso habrá, pero hay que ser precavidos porque no siempre el retrato de grupo es la fuente de información definitiva. Hay que estar atentos a la sorpresa individual, a las calidades personales que pueden ser evidentes o yacer escondidas en claves de lo que un compositor debe a la época, a las influencias de escuela o a impedimentos circunstanciales. En suma, entre lo individual y lo grupal se encontrará la información más valiosa de lo que aportan estas nuevas promociones cuya edad es, no lo olvidemos, la de una primera madurez, no la de una titubeante formación todavía pendiente de recibir el aprobado.
Hay en ellos, claro está, arcos de tendencias que se enmarcan en la evolución actual de la composición musical. Desde corrientes que continúan con el esfuerzo por desvelar la riqueza sonora de los parámetros hasta hace pocas décadas subsidiarios, principalmente el timbre, las modalidades de ataque sonoro, el envés de la práctica musical –corriente bien alimentada por la frecuentación normalizada con la electrónica en su vertiente de emisión sonora–, hasta otras formas de entender la tradición, cruces eclécticos ya sea por la vía de la historia de la música o por la confluencia de los estilos, sin ascos hacia corrientes populares. Hay tradiciones sólidas de escritura probadas en el decurso de la modernidad del siglo XX y hay alientos poéticos y necesidades de contar cosas, abstractas seguramente, como lo son muchas emociones, pero no necesariamente del ámbito de la fría abstracción físico-sonora. Hay, en suma, un recorrido de corrientes que se convierten en soportes de una frescura y un atrevimiento que, ese sí, denota la fuerza del joven que estos creadores llevan como estandarte».