
Europa Galante © Martí Artalejo
Su regreso, el pasado 5 de agosto, fue nuevamente un baño de barroco electrizante que, a pesar de los centenares de conciertos y numerosos registros acumulados durante este último cuarto de siglo, no ha perdido un ápice de su frescura e intensidad.
El programa, íntegramente vivaldiano (a excepción del Concerto grosso de Geminiani basado en la célebre sonata La follia di Spagna de Corelli), fue para regalar los oídos a un público mayoritario: la primera parte, un par de oberturas operísticas, más el mencionado concerto grosso, y a la segunda parte, la archipopular colección de conciertos conocida como Las cuatro estaciones. Un repertorio que hizo las delicias del auditorio que llenaba las butacas del flamante equipamiento escénico Espai Ter, cuya prodigiosa acústica -una de las mejores del país- contribuyó en gran medida al éxito sonoro del conjunto.
La exhibición de intensos contrastes de dinámicas, el fraseo carnoso y delicado de las cuerdas, los vigorosos ataques, el vitalismo rítmico y la descarga eléctrica de los tempi rápidos, unidos al derroche de magisterio y virtuosismo de Biondi, pusieron nuevamente en valor la vigencia y vitalidad del sello barroco made in Europa Galante.
Una actuación que, unas horas antes, estuvo precedida por el espectáculo didáctico para público familiar a cargo de ese popular acróbata de las cuerdas llamado Ara Malikian, cuya propuesta llenó el auditorio de niños y niñas para escuchar una fantástica y pedagógica versión de los conciertos vivaldianos. Una iniciativa, esta última, que se enmarca dentro de la nueva estrategia de sensibilización y formación de nuevos públicos que la directora del festival ampurdanés, Montse Faura, ha decidido impulsar con empeño y, a todas luces, buen acierto.