Los dos tratados son breves. El primero, Treatise of Practicall Musicke, puede datarse hacia 1607 y se conserva manuscrito. Su contenido es elemental: aborda el sistema de solmización, las claves, los intervalos, las figuras y sus valores según los diferentes signos de medida, y poco más. El segundo, A Briefe Discourse, salió impreso en Londres en 1614. En él da por sentados los contenidos del primer tratado y se concentra en explicar y ejemplificar la complejidad que conlleva la proporcionalidad en el valor de las figuras. Es decir, está claramente orientado a los músicos prácticos que no necesitan ya aprender los rudimentos del arte, sino habérselas con las dificultades del oficio. En este tratado, además, cita a notables teóricos musicales anteriores.
Pero lo más interesante es, precisamente, lo que tiene que ver con la práctica, la música misma. A Briefe Discourse incluye una serie de composiciones del propio Ravenscroft y de otros autores que testimonian el rico ambiente cultural y musical de ese periodo singular que fue el reinado de Jacobo I, el primer monarca estuardo, en el que el inimitable auscultador de almas que fue Shakespeare produjo sus últimas obras. Las composiciones, a cuatro voces, aparecen agrupadas en cinco apartados: la caza (mayor), la cetrería, la danza, la bebida, el amor. Están llenas de onomatopeyas chispeantes que permiten imaginar lo bien que se lo pasarían cuatro individuos cantándolas mientras fumaban y bebían. Seguro que en las tabernas de Madrid se cantaban cosas semejantes, pero nuestro devenir histórico nos ha hurtado la memoria de títulos como el de una de las composiciones de Ravenscroft: “Cerveza y tabaco”.
(Luis Robledo Estaire es Catedrático de Historia de la Música en el RCSMM)