Ambos abordaron un programa íntegramente operístico y de gran exigencia. La primera parte, centrada en el repertorio italiano, comprendió las exigentes páginas donizettianas de Lucia di Lammermoor (“Tomba degl’avi miei”), magistral y elegantemente cantadas por Beczala, y las no menos difíciles del Guglielmo Tell de Rossini (S’allontano alfin…selva opaca”), en las cuales despuntó tempranamente la cantante italiana. Una vigorosa interpretación de la verdiana aria “Forse la soglia attinse… ma se m’è forza perderti” de Un ballo in maschera, a cargo del astro polonés, dio paso a la popular escena del primer acto de La Bohème pucciniana entre Rodolfo y Mimi, precedida del siempre emotivo Intermezzo de Cavalleria rusticana. El derroche de lirismo e intensidad canora, unido a la belleza del canto bellamente cincelado de ambos intérpretes, desató una sonora ovación del público a la media parte del concierto.
La segunda parte se reprendió con un programa especialmente centrado en el repertorio romántico francés, dentro del cual pudieron escucharse páginas como “Pourquoi me réveiller” (Werther) y “Ah! Lève-toi soleil” (Roméo et Juliette) que hicieron las delicias del público gracias a la antológica interpretación y radiantes agudos del gran Beczala. A su vez, la soprano piamontesa encandiló al auditorio con sus incursiones en el repertorio italiano, rubricando una excepcional interpretación del aria final de Anna Bolena. El delicioso dúo de Faust de Gounod culminó una gala lírica que se vio prorrogada por dos propinas, debido a la insistencia de los aplausos y pataleos –como es habitual en las grandes ocasiones en este escenario– del auditorio.
Una nutrida Orquesta de Cadaqués, conducida por la carismática y efectiva batuta francesa de Marc Piollet, puso el broche instrumental a la brillante jornada inaugural.