Doce Notas

El Liceu dice adiós al maestro Basso

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Suor Angelica © A. Bofill

Bajo su batuta, el coro de la casa se ha convertido en un valor artístico sólido e inapelable, aún a pesar de los tijerazos sufridos los últimos tiempos y muy por encima de la irregular orquestra titular.

La suya ha sido una labor fundamental, rigurosa y escrupulosa, a la sombra y al servicio de los grandes festines escénicos y el desfile de solistas mediáticos. Por todo ello, los aficionados que, el pasado día 4 de julio, le despidieron con una prolongada ovación tenían motivos sobrados para la gratitud y el sentimiento de pérdida de una de las piedras angulares del mejor Liceu de los últimos años.

Aunque con poca ocasión para el lucimiento, su buen trabajo se pudo apreciar nuevamente en los escasos pasajes corales del programa doble que puso punto y final a la temporada oficial –alargada, a última hora, con la programación de 10 funciones del popular título de Georg Gershwin. El estreno liceísta de Il prigionero de Luigi Dallapiccola completó la reposición de Sour Angelica de Puccini. Y, si bien esta última no figura entre las obras más celebradas del compositor de Lucca, la primera tampoco figurará en los anales de los festejos del coliseo de Les Rambles.

A pesar de la entregada y lograda interpretación del equipo de solistas –liderados por la intensa madre de Jeanne-Michèle Charbonnet y el soberbio prisionero de Ievgueni Nikitin, la intrincada factura simbólica y serialista de la partitura del italiano Dallapiccola no dio ninguna tregua a la expresión lírica. Sin querer negar muchos de los méritos conceptuales y simbólicos de sus pentagramas, tan bien esgrimidos por los responsables del libreto de mano, la audición de la vocalidad resultante se hace tan solo llevadera gracias a su escasa hora de duración. Otro ejemplo de obra más interesante para ser leída y estudiada que para ser escuchada, sin lugar a dudas.

A su lado, las emotivas y seductoras melodías puccinianas sonaron como agua bendita, incluso los más ásperos pasajes reservados a la tía de Angelica, interpretada por la veterana Dolora Zajick. En el rol protagonista, Cristina Pasaroiu firmó una loable interpretación que fue in crescendo, así como el resto de personajes femeninos que la secundaron maravillosamente.

La dirección escénica de Lluís Pasqual se valió de una misma jaula gigantesca giratoria para construir los espacios privados de libertad que padecen los protagonistas de ambas obras. A su vez, el veterano Edmon Colomer logró un notable equilibrio entre el foso y la escena, obteniendo un más que aceptable rendimiento de la orquestra de la casa. Al final, ovación para el Sr. Basso y discretos aplausos para el resto.

 

 

 

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