
‘Norma’. Cortesía Ópera de Sabadell.
Si alguien ha batallado el último cuarto de siglo, desde la iniciativa privada y sin ánimo de lucro, por y para la divulgación del género operístico y la promoción de intérpretes emergentes en este país, sin lugar a dudas esta persona ha sido Mirna Lacambra, la presidenta de la emblemática compañía de Amics de l’Òpera de Sabadell que, temporada tras temporada, produce tres nuevos títulos que hacen circular por las principales capitales catalanas. Gracias a su iniciativa, decenas de jóvenes cantantes e intérpretes encuentran una oportunidad para reivindicarse en un mundo tan críptico y corporativista como lo es el de la lírica.
La Norma de Vincenzo Bellini, ya representada por la misma entidad en anteriores ocasiones (la última, el año 2006) ha sido revisitada, en esta ocasión, por una nueva producción escénica a cargo del polivalente Carlos Ortiz que, como suele ser marca de la casa –e imposición de los tiempos que corren–, hace de la necesidad virtud. Un gran tronco de encina, representando el legendario árbol sagrado de los druidas, preside el escenario entarimado por el que circulan los protagonista de este drama, guarnecidos con un ecléctico e indefinido vestuario ideado por Manolita Benavides.
El reparto de cantantes está encabezado por uno de los valores emergentes de la escuela sabadellense: la soprano Eugènia Montenegro. Dotada de un poderoso instrumento, la joven cantante catalana se volcó en el reto de encarnar el temible rol de la suma sacerdotisa, empeño del cual salió gratamente airosa, a sabiendas de las dificultades que este entraña. En la función del pasado día 5 de marzo, en el Teatro Kursaal de Manresa, la Norma de Montenegro exhibió carácter e intensidad dramática, así como un buen dominio de los recursos canoros que, sin duda, a mayor experiencia y estudio, emprenderán más alta volada. A su lado, Laura Vila fue otra de las triunfadoras de la velada, exhibiendo un canto noble y de cuidada factura, delicadamente cincelado y de gran belleza tímbrica. Raúl Iriarte fue un Pollione cumplidor y más bien discreto, de emisión un tanto irregular y de escaso movimiento escénico. Mucho más vigoroso estuvo el Oroveso de Iván García, de sólidos graves y gran autoridad escénica. Completaron el reparto con gran acierto, Laura Obradors (Clotilde) y Jong Bong Oh (Flavio).
El coro y la orquesta titulares rindieron a un buen nivel bajo las órdenes de la puntual batuta del maestro Daniel Gil de Tejada, redondeando así un nuevo éxito de esta imprescindible compañía catalana.