Doce Notas

¡Salgan de uno en uno!

jazz y mas  ¡Salgan de uno en uno!Personaje contradictorio, un ave del sindicalismo y la política que desde Solidarność saltó a la presidencia de Polonia. La película refleja muy bien algunos aspectos de la época en ese país, incluso el buen rock que siempre se hizo allí (el jazz es también de los mejores de Europa). Lo que salvaba, en mi opinión, la actuación política del sindicalista era su lucha contra la burocracia stalinista de la Polonia de finales de los setenta. Corrían en esas dos décadas –sesenta y setenta– vientos de libertad en todo el mundo, desde Vietnam a Cuba, pasando por Bolivia, México, Francia, Checoslovaquia… y como dice, casualmente, la letra de La Varsoviana: el bien más preciado es la libertad.

En esa época miles de personas lo entendieron así y quisieron liberarse de la opresión de regímenes dictatoriales de derechas o de supuestas izquierdas. En el jazz conocimos en esa época la gran explosión del Free-Jazz, inaugurado con el disco del mismo título de Ornette Coleman. Le siguieron cientos… algunos realmente malos, pero la mayoría con mucho interés por liberar a la música de ataduras notacionales y de establishments armónicos.

Se cometieron excesos, ya lo sabemos, pero el resultado fue un mundo más habitable para grandes masas de la población mundial. Ese deseo de libertad era común, se hizo común. Había libertarios y liberticidas.

Algo parecido pasa en estos momentos, treinta años después y casi veinte después de implantarse la reaganomics que nos han llevado, por ejemplo en España, a perder en cinco años casi un cuarenta por ciento del PIB, sumando la parte de la economía disipada y el aumento del IPC. De burbuja en burbuja hasta el estallido final.

Esto afecta a todas las sociedades de occidente y en todos los aspectos sociales, incluida la música, claro. Pero la disyuntiva ante una situación tan crítica como la actual se da en otro plano: la salida a la crisis de valores y económica tiene dos visiones antagónicas. Están aquellos que piensan que la salida es individual y se apuntan a los cantos de sirena del sistema, propiciando emprendizajes sin actividad cultural económicamente relevante que les apoye y los que pensamos que la salida es colectiva, es grupal, es social. Los primeros abogan por el esfuerzo personal generando actividad cultural y musical, sembrando individualmente y recogiendo –acaso– los frutos también de forma individual. Es un paradigma cercano al del “estudiante”… encerrado en su estudio preparando el examen. Carreras profesionales individuales, concursos, competiciones, pruebas, audiciones… talent contests y otras fórmulas hollywoodescas.

Frente a esta tendencia persisten los músicos en todos los estilos, pero cada vez más en la clásica, que admiten un uso social de su arte y quieren acercarse a la sociedad con programas de divulgación, de apoyo a minorías étnicas y con cierto grado de discapacidad, programas de educación y apreciación artística… casi todas las orquestas ponen en marcha estas saludables iniciativas. El Sistema de Orquestas Juveniles de Venezuela ha sido un gran tractor de estas ideas, el trabajo de Dudamel ahora y de Yehudi Menuhin años atrás, junto al trabajo de Barenboim y Edward Said son paradigmáticos de esta idea de lo social en la música clásica, como lo es el esfuerzo por acercar la música a los jóvenes de la Berliner Philarmoniker dirigida por Simon Rattle.

El folk, rock y jazz hace décadas que ponen música a letras que  hablan del héroe de la clase obrera (desde Working class hero de Lennon o Salt of the earth de Rolling Stones en los sesenta a People have the power de Patti Smith en los noventa) representando una idea colectiva de la salida a las crisis-trampa en las que nos mete el sistema “capitalista-onanista pensamiento manchesteriano” que conocemos en la actualidad. Ya lo hizo también la música clásica en el s. XIX sirviendo de banda sonora de revoluciones (Wagner, Verdi) y hace poco más de un año en la diatriba que Riccardo Muti le suelta al gran guiñol de Berlusconi en el “va pensiero”.

¿Qué puede hacer la música? Poner la banda sonora a los cientos de “mareas” que deben recorrer nuestras calles y plazas para deshacernos de tanta basura acumulada… como hace la SolFónica en Madrid, por ejemplo.

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