Posteriormente el autor se traslada al tema judío (la importancia del pensamiento y el arte judío en su época, y la explicación desde un punto de vista histórico-sociológico de ese florecimiento cultural judío en época de Wagner), emparentándolo con el reconocido antisemitismo del compositor alemán en parte de su obra teórica. El profesor británico también realiza un exhaustivo recorrido a nivel de ejemplos por las opiniones sobre la personalidad humana y musical de Wagner de personajes coetáneos o no a su época, o simplemente, que manifestaron una abierta adoración por él. Así, se recogen citas textuales entre muchos otros del escritor Thomas Mann, del filósofo Friedrich Nietszche, del compositor Franz Liszt o del crítico musical Eduard Hanslick, así como la inevitable mención acerca de la influencia que el arte wagneriano supuso en el nazismo, desmintiendo justamente el negativo tópico. El siguiente capítulo está dedicado precisamente a la influencia que Wagner ejerció en otras artes, muy especialmente en la literatura de finales del siglo XIX y comienzos del XX.
Como en el primer capítulo, en los dos últimos se desarrollan muy variados aspectos, casi exclusivamente de carácter musical, del arte wagneriano, como la adecuada o deseada interpretación de sus dramas musicales en base a las intenciones primigenias de su autor, ahondando en cuestiones musicales técnicas (la acústica del teatro, Bayreuth, el tempo) y ejemplos de diferentes épocas en la dirección orquestal o escénica de sus óperas (en este último aspecto Magee demuestra una gran sentido crítico y no exclusivamente tradicional). También se encuentran explicaciones relativas a la importancia del elemento textual y orquestal de sus óperas, detalles de interpretación del canto wagneriano o el universo emocional de los personajes mitológicos que pueblan sus obras.
Resulta enormemente enriquecedora la gran influencia de Wagner que Magee descubre en el psicoanálisis freudiano, el cual entiende fruto de un arte musical que bebe de las vibrantes emociones interiores del ser humano y que ignora todo el mundo exterior. Es por ello frecuente por el autor inglés, a la hora de perfilar las esencias y la razón de ser del arte wagneriano, esa apelación psicológica al componente emocional: los instintos más profundos del hombre, ajenos a la razón, como generadores del drama, con el vehículo de la música.
A lo largo del libro son abundantes los ejemplos, citas o referencias de los que se vale Magee para ilustrar los aspectos de Wagner tratados, resultando un libro ameno en la lectura y sumamente didáctico. Aunque el autor no oculta frecuentes muestras de admiración hacia la figura del gran compositor de Leipzig, en ocasiones se perfila una exagerada veneración al resaltar la importancia de su trascendental arte en comparación con la contribución de otros grandes genios a la historia de la música. Ello no es óbice para que igualmente el autor británico desapruebe en cierto modo el estilo de toda la prosa ensayística de Wagner, calificándola de improvisada, autosuficiente y en general, hecha para impresionar, al estar escrita principalmente por un autodidacta, y se permite traducir libremente los textos del alemán. Tampoco lo es para que manifieste que los principios teóricos de los que partió el autor alemán no llegaron a corresponderse del todo con los resultados prácticos alcanzados en su drama musical, algo que justifica con las declaraciones del propio Wagner, el cual llegó a asegurar que su ingenio creativo ya captaba con seguridad lo que trataba como teoría intelectual.
En suma, Aspectos de Wagner se presenta como una referencia editorial muy accesible para introducir a todo lector neófito en el arte y pensamiento wagnerianos, o para aquel ferviente wagneriano que desee profundizar en ellos.