Doce Notas

Las doce notas del piano de Mozart al jazz moderno

libros  Las doce notas del piano de Mozart al jazz modernoSu autor, Stuart Isacoff, nos presenta un análisis pormenorizado de todos los aspectos que rodean al piano, a los pianistas y sus circunstancias, desde la invención del instrumento hasta los nuevos medios de comunicación musical, con un estilo divertido y distendido apto para todos los gustos. Su trayectoria lo avala.

Fundador de la revista Piano Today así como colaborador habitual del Wall Street Journal y escritor del revelador libro del año 2007 Temperament: How Music Became a Battleground for the Great Minds of Western Civilization, Isacoff nos demuestra su buen hacer desde la doble faceta de escritor y pianista conocedor del género (como si de un Arguiñano o de un Arzak se tratase, que no solo nos da bien de comer sino que también nos explica sus trucos y librillos).

El relato parte de los inicios del jazz, el boogie, el ragtime o el swing y sus interrelaciones con la música clásica (Ravel, Milhaud, Hindemith…), reflejando el paradigma del libro en sí: una constante dualidad entre el piano clásico y el jazzístico. Antes de meterse en harina, Isacoff nos presenta el capítulo más técnico de todos, en el que analiza el nacimiento del piano, sus elementos mecánicos, las diatribas entre dicho instrumento y el clave así como algunas rarezas como los pianos de gatos, los pianos-mesa de costura, etc. También desgrana las dificultades de las giras –un aspecto poco conocido de los escollos en los que muchas veces se encuentran los solistas cuando recorren un país foráneo.

Llegado el tercero de los dieciséis capítulos nos introducimos en el que para el autor es la primera ‘superestrella del piano’: W.A. Mozart. En él, analiza la época, el gusto imperante, los aspectos históricos y sociales que influyeron en su vida, los viajes y hasta la batalla musical con Clementi; todo en unas pocas páginas salpicadas de buenos ejemplos de los Conciertos para piano. Un gran modelo del estilo didáctico y ameno de todo el libro.

Los ‘nuevos destinos’ como Rusia y Estados Unidos son tratados con sorna e ironía (como el resto del libro, pero siempre de manera positiva y nunca enfocada al ridículo), destacando las peripecias de Liszt, Thalberg, Gottschalk, de Meyer o los ‘conciertos gigantescos’ de Henri Herz. También hay capítulos dedicados a periferias como Noruega, Argentina, Brasil o España (Isacoff adora a Alicia de Larrocha y tiene algunos artículos publicados sobre ella) y en el caso concreto de los rusos no podía faltar un estudio sobre su amplia escuela en la que analiza a pianistas como Richter, Horowitz, Rubinstein o Ashkenazy (en detrimento, por ejemplo, de Gilels, –al igual que ocurre con el omnipresente Oscar Peterson, pianista notable, pero ningún revolucionario del instrumento).

El grueso del trabajo se distribuye en cuatro capítulos centrales en los que el autor aglutina a compositores de todas las épocas y estilos según los cuatro elementos naturales. Así pues, para Isacoff, el fuego representa claramente a Beethoven, Liszt o Paganini pero también a Jerry Lee Lewis o a Cecil Taylor. El agua a Chopin, Schubert, Schumann, Ravel y a George Shearing y Bud Powell. El aire tiene que ver con lo que el autor denomina los ‘alquimistas’: Debussy, Messiaen, Scriabin, Bill Evans y Thelonious Monk junto a nuevas tendencias como los minimalistas o John Cage. La tierra, por su parte, es la más rítmica, con músicos como Sergei Prokofiev, el trío formado por Fats Waller, James P. Johnson y Willie ‘The Lion’ Smith y por último el gran Art Tatum así como el jazz latino y el rock&roll.

En el capítulo de las ‘teclas del mundo’ (didáctico pero superficial y casi estereotipado) se analizan los pianistas más destacados de cada país y sus circunstancias y también el complejo e inestable mundo de los concursos. Mención aparte requiere el inconmensurable Glenn Gould, a quien el autor le dedica un capítulo junto a la vanguardia, la música electroacústica, la música para el cine y la televisión y el rock progresivo de los años 70. Asia queda reducida al ‘fenómeno’ Lang Lang. Una pena. Y termina con ciertas ideas novedosas como la de Le Poisson Rouge, un nuevo espacio para la música clásica al estilo de los bares de jazz; toda una apuesta que, de haberse publicado poco más tarde, seguramente hubiera incluido los nuevos intentos de modernizar los espacios como el Yellow Lounge de Deutsche Grammophon.

Quizá lo más novedoso y fascinante del escrito sea la forma en que el autor interrelaciona unos autores con otros, unos pianistas con otros y en definitiva unos estilos con otros. Y aunque alguno esté cogido un poco ‘con pinzas’ en las nuevas agrupaciones que propone el autor (como que Brahms, Satie o Gershwin sean más melodistas que otra cosa, o que Bartók y Prokofiev no estén incluidos en el apartado de los ritmicistas, por citar solo algunos) y se echen en falta menciones a otros grandes como Backhaus, Sofronitsky, Busoni, Hamelin, Pollini, Baremboim, Zimerman, Sokolov, Pletnev, Argerich, así como las jóvenes promesas, lo cierto es que quedan desgranados todos los aspectos del instrumento resultando un texto didáctico para los neófitos, diferente para los más duchos y, sobre todo, muy entretenido para todos. No se lo pierdan.

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