Doce Notas

Jazz nad Odrą 49. Los vocalistas toman el cetro, vuelve el jazz king size.

notas al reverso  Jazz nad Odrą 49. Los vocalistas toman el cetro, vuelve el jazz king size.

Impart, Wroclaw

Cassandra Wilson y Kurt Ellig ponen voz y letra mayúscula al Festival de Wroclaw

En lo estrictamente musical es difícil hacer sombra al Jazz nad Odrą (JnO)y no será por lo mediático de su cartel. La fórmula del JnO se me antoja una ecuación perfecta entre un peso pesado y una pléyade de excelentes jazzmen, no siempre conocidos entre el gran público. Si el año pasado la etiqueta de crack le correspondió a Brandford Marsalis, este año el no hay billetes coincidió con la visita de la vocalista Cassandra Wilson, clímax de un festival, que se desarrolló en la emblemática Sala Impart de Wrocław del 9 al 14 de abril. A unos 200 metros, bajo el soberbio Puente Grundwaldzki, primo lejano del de Brocklyn, el río Odrą discurre envalentonado gracias al deshielo y los arranques de músicos como Wallace Ronney, Larry Correl, Joey DeFrancesco.

 WALLACE RONNEY. Miles Smiles (11.04.2013)

Ellos fueron el primer plato fuerte de la presente edición. El trompetista Wallace Ronney, uno de los pocos que compartió a la par escenario e instrumento con Miles Davis (y posteriormente con los integrantes de su homónimo quinteto) fue el primero en entrar en escena. Bajo el título Miles Smiles, Ronney repasó temas del genio norteamericano en clave de sexteto. Especial mención merece el hammond de Joey DeFrancesco. A pesar de su abundante corpulencia, DeFrancesco se maneja ante el teclado con una facilidad pasmosa. Un funky vertiginoso en el que, la mano derecha del teclista, inagotable, en trance continuo, inventa e inventa. Sus incursiones: visiones pasajeras, veloces, de un tirón. Improvisación pura y dura. Para compensar tantos pesos pesados, en el sentido literal y literario de la expresión, el joven y flacucho Rick Margitza demostró que es un saxofonista a tener en cuenta desde ya.

Cuando el sexteto entró en escena parecía que lo hacían Los Sopranos al completo. Ronney ejerce de corleone, da la entrada junto a su querido Rick Margitza (saxofón) y, acto seguido, hace mutis discretamente. Después de dejar que sus chicos se diviertan un poco y hagan sus pinitos, emerge de nuevo de la penumbra como diciendo: “Muy bien chicos, suficiente por hoy”. Llama de nuevo a filas a su estimado Margitza y se marcan el epílogo final, recogiendo el tema y devolviéndolo a su estado primigenio. Sus duetos en pulcrísimo unísono y las diabluras de DeFrancesco, lo mejor de la sonrisa de Miles. Lástima que los solistas apenas compartieran compases todos a una. El concierto se desglosó en una sucesión de duetos.

ADAM MAKOWICZ. De Chopin a Porter (12.04.03)

Adam Makowicz se lo pasa teta delante del piano; sólo o en compañía, tanto da. Quizás su nombre no diga mucho entre el aficionado medio español (para mí era un perfecto desconocido hasta la semana pasada), pero este jazzman polaco canadiense tiene el don de divertir y divertirse tocando. Compañía no le faltó en su homenaje breslavo. En la primera parte se rodeó de la Big Bang de casa y en la segunda de la Orquesta Sinfónica de la Academia Musical de Wroclaw para vérselas con la Rapsody in Blue de George Gershwin, el eslabón más sólido entre el jazz y la clásica, entre Ravel y Ellington.

Existe un jazz denostado, acusado injustamente de rancio por aquellos adictos a la experimentación que tiene que ‘reinventarse cada noche’. Este jazz de los felices 20 (Porter, Kern, Berlin, Rodgers…) es el que cultiva Makowicz. Bien tocados estos estándares son cualquier cosa excepto banalidad, o en todo caso divina banalidad. Te llenan de buen rollo y mutan el rictus serio del músico en pícara sonrisa. Esta ‘música rancia’ es la que curiosamente te renueva por dentro. Así se mostró el de Toronto: concertista de salón, arreglista de Concert Hall. En las antípodas de la extravagancia, sus improvisaciones están llenas de sabias ocurrencias, ricas idas y venidas, ya sea Cole Porter o Fryderyk Chopin. De este último pudimos escuchar su peculiar adaptación del célebre Preludio en La Mayor, fiel y distinta a la vez al original; delicioso como lo son las Variaciones sobre ese mismo preludio de Frederic Mompou.

KURT ELLING 12.04.2013/ CASSANDRA WILSON 13.04.2013

John Davis, Brandon Ross, Lonnie Plaxico y, sobre todo, la harmónica de Gregoir Maret son otras de las bazas que sabe jugar, y cómo, Cassandra Wilson, para muchos la mejor vocalista del momento. Los músicos de los que se ha sabido rodear han convertido sus conciertos, no sólo en un mostrador de su camaleónica voz, sino en una experiencia jazzística en toda la amplitud de la expresión. Los pulmones de su acompañante Monsier Maret se vaciaron tanto o más como los de la propia cantante. Es como si entre ambos se repartieran el peso vocal de este peculiar octeto donde todo encaja y suena a las mil maravillas. Wilson y Maret ponen por así decirlo la letra. A veces, Cassandra susurra balbuceos ininteligibles y otras, la harmónica parece articular verdaderas palabras. El pianista polaco Leszek Możdżer se sumó al final de fiesta, fuera de programa, para cerrar el tema más redondo de la velada donde Maret tiró de fuelle y puso en pie, de nuevo, a la abarrotada parroquia del Impart.

El concierto de Cassandra Wilson and CO. fue de menos a más y a sus tiempos medios iniciales le siguieron otros más animados, donde la cantante fue soltándose y tocando diversos palos. En inglés y en portugués, su voz conquistó y paralizó el beat del Odrą. El suyo es un tempo por momentos contemplativo, donde todo parece sencillo, de una naturalidad obvia. No se atrevió con el idioma polaco, a diferencia de su predecesor al micro, Kurt Elling, que la noche anterior se marcó un estándar polaco, ahí es nada ante un millar largo de polaco hablantes. El croner de Chicago, en plena gira europea de su 1619 Broadway-The Brill Bulding Projekt, levantó no pocas pasiones, femeninas especialmente, entre su entregado público.

MICHAL URBANIAK, LESZEK MOZDZER. Clausura 14.04

El Jazz nad Odrą asemeja un clinic donde se da cita la creme de la creme del jazz polaco, que no es poco. Por sus pasillos, a lo largo del fin de semana, se pasean como por su casa Możdżer, Urbaniak, Makowicz, Oleskiewicz… En la cola de la barra te puedes cruzar con un ex batería de Miles Davis o cazar alguna rareza discográfica, un LP que creías descatalogado. Todo transcurre en el mismo espacio, en un clima cordial y una mitomanía contenida, reservada, muy polaca. Músicos y espectadores se mezclan, sin distinción de rangos. Desde las 18.00 hasta medianoche la música suena casi de forma ininterrumpida. Apenas dos parones para hidratarse o lo contrario. La dirección del Open Jazz Festival Donostiarra, invitada al JnO, tomó debida nota estos días del polish way.

Michał Urbaniak puso la última nota al 49 Jazz nad Odrą. La Big Band del Festival (no una cualquiera) se ha hecho un lugar de excepción en el festival, donde el jazz de gran formato ha tenido este año un protagonismo preponderante. Si Urbaniak representa la leyenda viva del jazz polaco (junto con Stańko son los boss de la escena nacional), Leszek Możdżer encarna el futuro presente. La heterogénea creatividad del pianista de Gdansk es inagotable. El gran valor del vivaracho rubiales es que sabe aunar sensibilidad y vanguardia, ponderadas en igual manera. Una hora antes el violinista Adam Bałydich, el posible relevo de Urbaniak, dio cumplida cuenta de lo que dan de sí las cuatro cuerdas. Cuantas veces el jazz experimental no produce cosquilleo alguno y cuantas veces el jazz más permeable nos resulta repetición de viejos moldes. En el Easy living, que puso fin al festival, Urbaniak demostró todo lo contrario.

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