Al igual que la época que la vio nacer, la obra para piano de Casals es heterogénea. Las piezas a las que nos acerca el sello Columna Música dejan entrever unas influencias muy amplias, desde el contrapunto bachiano hasta las aventuras armónicas de un Liszt impetuoso, pasando por la sutileza de las miniaturas de Chopin (como en Instàntania y Pàgina íntima), las complejidades texturales de Schumann, y la sonoridad de órgano (Tres preludis orgànics); incluso se podría decir que, en las obras posteriores al hiato de cuarenta años que se produce entre la composición de unas obras y otras, Casals se acerca sutilmente al modalismo —con algunos leves tintes frigios tan asociados a lo español— y la simplicidad de la música francesa de comienzos de siglo XX, especialmente en la primera de sus Dues cançons de bressol. Sin embargo, en conjunto todas ellas están regidas por un lenguaje pianístico romántico que las acerca más al gusto predominante a mediados del siglo XIX.
Quizás este desfase temporal, esta cualidad de recuerdo de una época anterior, están relacionados con el carácter nostálgico de la mayoría de las piezas: en particular las obras tempranas revelan una introspección adolescente que sorprende al lado del temperamento apasionado del intérprete adulto, poniendo así al descubierto la complejidad de la figura de Casals.
Camell parece querer seguir sus pasos, pues incluye unas variaciones propias —ajenas al título de la grabación— sobre el Cor de pastors de Casals. Realiza en general una ejecución correcta, aunque con pequeñas imprecisiones en el control del pedal derecho. Sin embargo, es de agradecer que nos haya acercado al sonido de un ámbito olvidado y desconocido.