Todo comenzó hace casi un año, momento en el que, tras superar las entrevistas y exámenes pertinentes para acceder a este puesto de trabajo, me embarqué en un viaje que me llevaría a Oporto y a París para realizar diferentes cursos de formación para el profesorado de la pedagogía Yamaha, la cual desconocía completamente antes del pasado verano 2012.
Mi primera sensación fue desconcertante, la formación completamente tradicional a la que había estado ligada hasta ese momento nunca me había aproximado tanto a la creatividad musical a través del piano de una manera tan natural e intuitiva como la que estaba experimentando en esos momentos. Estos apasionantes y enriquecedores cursos, provistos de un alto grado de intensidad y esfuerzo para los profesores que allí estábamos, me acababan de abrir una puerta que había permanecido oculta tras años de estudio y trabajo en diferentes ámbitos del mundo de la música, a pesar de haberme acercado a áreas tan diversas como la docencia, la divulgación, la interpretación y la musicología.
Tras estos seminarios, comencé a impartir mis clases en esta escuela tomellosera que aunque tiene una latente alma japonesa está ubicada en La Mancha más profunda, con todo lo que esto conlleva. A partir de este momento he intentado realizar de la mejor forma posible mi trabajo con niños cuyas edades comprenden entre los 4 y 12 años (no obstante también imparto clases a niños mayores de 12 años y a adultos, pero eso ya es otro cantar –nunca mejor dicho– que daría para otro capítulo de este diario).
Los alumnos de esta escuela inician su inclusión en el mundo de la música con la edad de 4 años de una forma amena y divertida pero, a su vez, adquiriendo cualidades y destrezas musicales que serán la base de toda su formación dentro de la pedagogía del sistema musical Yamaha.
Durante los dos primeros años de educación musical (4-6 años), los alumnos aprenden pero, sobre todo, vivencian y comparten la música junto a sus padres, ya que éstos les acompañan en cada una de las clases, formando parte de esta experiencia desde el inicio y adquiriendo, incluso a la misma vez que sus hijos, los conocimientos que giran en torno a la música, debido a que no es necesario que tengan formación musical previa para poder acompañarles.
Es maravilloso percibir como padres e hijos comparten esta experiencia juntos, aún a pesar de que en la actualidad estemos viviendo tiempos marcados por continuo estrés y que en el caso de los niños, se encuentran inundados de actividades extraescolares en las que los padres no tienen ningún tipo de participación. Me llamó por ello la atención la apreciación de la madre de uno de mis alumnos cuando se dirigió a mí después de una de las clases,y me dijo: «Es un esfuerzo venir hasta aquí con todas las cosas que tengo pendientes por hacer, pero cada día que pasa me encanta ver cómo evoluciona mi hijo en el mundo de la música y poder formar parte de ello», una sensación que me hizo valorar aún más la importancia que tiene la presencia de los padres durante los primeros años de la educación musical de sus hijos.
En el momento en el que los alumnos superan el periodo preescolar se abre una nueva etapa dentro de esta enseñanza, marcado por excelentes recursos y actividades que consolidan el dominio de la armonía, la entonación, el ritmo, la lectura y la creación musical que se inició dos años atrás al llegar a la escuela. En el transcurso de estas enseñanzas cada alumno adquiere un bagaje musical amplio provisto de un inmenso abanico de herramientas con los que poder expresar sus sentimientos, intereses, y, principalmente, como canalizador de la incalculable imaginación que poseen durante estos años. Por este motivo es de gran importancia que los procedimientos, contenidos y materiales estén adaptados a las características evolutivas de cada edad, ya que un niño de 4 años es totalmente diferente a uno de 5 años pese a existir una corta diferencia temporal entre ambos.
A la cuidada selección de los materiales que se trabajan en clase se une el perfil que debe tener el profesorado que imparte este método de enseñanza. La selección del profesorado tiene en cuenta tanto las cualidades interpretativas y curriculares como también las pedagógicas y sociales, debido a la importancia que tienen estas últimas en cualquier enseñanza con niños. La realización de cursos de formación continuos y la superación de exámenes con diferentes grados de complejidad forma parte del trabajo cotidiano de los profesores que estamos inmersos en la metodología Yamaha. Este hecho obliga a estar al día en todos los sentidos, es decir, que el profesor que decide adentrarse en este mundo descansa poco, es cierto y doy fe de ello, pero la satisfacción personal que se obtiene a cambio es inexplicable.
No tengo palabras para poder definir las sensaciones que se experimentan cuando un alumno llega a clase ilusionado por haber intentado plasmar en una canción de creación propia una percepción, una situación o un sueño. Al igual que cuando padres, madres o abuelos comparten una clase de música con sus hijos y nietos, experimentando juntos los beneficios que aporta el estudio de la música.
Yamaha Music School Adagio lleva desde hace más de 5 años un ambicioso trabajo que tiene como objetivo principal desarrollar las cualidades, habilidades y destrezas musicales de los niños de Tomelloso de una forma creativa y adquiriendo un sentido de la música sólido y equilibrado. En este tiempo ha conseguido convertirse en una de las escuelas de referencia dentro del ámbito de esta metodología en España, debido a su continua evolución y adaptación tanto en el plano formativo como en lo que a infraestructuras se refiere.
Estoy realmente segura que lo mejor de esta escuela está aún por llegar ya que espero que en poco tiempo podamos realizar un Junior Original Concert local, un formato de concierto creado por este sistema musical y que da la posibilidad a los alumnos de mostrar sus propias composiciones nacidas del esfuerzo y entusiasmo que realizan cada día en esta escuela.