Doce Notas

Paganini, la primera estrella del rock

mas madera  Paganini, la primera estrella del rockFigura destacada de su época y de toda la historia de la música, en sus actuaciones conseguía atraer a sus seguidores para admirar su maravillosa e hipnótica técnica, siendo muy consciente del aura que desprendía de “super estrella”. Técnicamente mejor, más rápido, más virtuoso e innovador.

Ya en vida su trayectoria profesional era de leyenda, rica en anécdotas que él mismo preparaba y provocaba, casi siempre exuberante e imaginativa pero no menos sorprendente. Mito y realidad coexistían en su persona, ambos elaborados de forma muy ingeniosa y hecho a su medida, sabiendo vender su propia imagen al igual que cualquier estrella del rock del siglo XX.

La puesta en escena de muchos rockeros de hoy día, que encumbramos como iconos de la música popular actual, no es nueva. El legendario violinista genovés levantaba pasiones en las salas de concierto al igual que lo harían a finales del siglo siguiente músicos como Jimmi Hendrix, Keith Richards o Jimmy Page llenando inmensos estadios con sus electrizantes actuaciones. Imagen, música, estilo, espectáculo, todo giraba alrededor de su propio universo con un vocabulario musical nuevo y exclusivo, envuelto de la forma más brillante y arrebatadora. La abundante iconografía disponible nos da constantes muestras de ello.

Técnicamente superó el repertorio que existía previamente así que no se limitó a ello si no que creo el suyo propio, desde los conciertos de violín hasta los diabólicos 24 caprichos para violín solo. Todo basado en su maravillosa habilidad instauró un nuevo orden basado en la audacia, la experimentación, una gran técnica y dominio de todos los registros sonoros hasta ahora inexplorados y una gran capacidad de combinarlos en un extremo e intenso lirismo.

En cuanto a los recursos, los utilizó todos y muchas veces de manera simultánea, como dar golpes de arco y realizar pizzicatos a la vez que sigue digitando por todo el diapasón saltando de una cuerda a otra y de una octava a la siguiente, creando un sonido etéreo y fuera de este mundo. Scordaturas, disonancias, intervalos considerados “herejes” hasta entonces, ya fueran de terceras, sextas, octavas, como también el empleo calculado de glissandos, sobreagudos, trémolos… A partir de una exploración en profundidad del potencial tímbrico y de las técnicas posibles de su propio instrumento creó un singular léxico musical, donde los arpegios, acordes brillantes e iridiscentes generaban cascadas de notas mientras danzaban melódicamente con una intensa emotividad.

Los artistas que quieren llegar al fondo de las cosas sienten esa necesidad de innovar, superar a los demás, creando misterio y mito sobre el propio talento, explorar las más remotas regiones sonoras de su instrumento, ultrapasar los límites conocidos, dramatizar y expresarse buscando y creando inusuales emociones. Y nunca dejar de sorprender.

P.S. Hoy día después de haber asistido a un concierto de rock experimentamos algo parecido. Esta sensación nos suena de algo, ¿verdad?

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