El grueso del disco, de larga duración para los tiempos que corren, es para el rosacruz Erik Satie, compositor oficial de la orden, para cuyas ceremonias escribió las Sonneries de la Rose-croix. Música estática y mayestática, casi hipnótica y plagada de simbología numérica de la sección áurea. Por su lado, Ogives son cuatro piezas de juventud, de cuando Satie contaba apenas veinte años y se acababa de mudar al barrio de Montmartre, inspiradas en los arcos ojivales de la Catedral de Notre Dame. Más grandiosas que las Sonneries, pareciera como si Garvayo anticipase con ellas preludios de Debussy tales como La catedral sumergida. Igualmente perteneciente a la orden de los rosacruz fue Michael Maier, médico, alquimista y consejero de Rodolfo II, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. La enigmática música incluida en su Fuga de Atalanta (1617) viene a adornar con resonancias medievales los complejos planteamientos de alquimia en ella desarrollados.
No podía faltar en este disco la francmasonería, con Mozart y su visionaria Fantasía en do menor K.475 a la cabeza, así como las composiciones de Jesús Torres y María de Alvear que conmemoran el décimo aniversario de la Logia Voltaire n.º 127. Mozart suena potente, con cuerpo, asegurado en su tonalidad y bien articulado mientras que Laberinto de silencios, de Torres, arranca con perlados racimos de notas, muy sugerentes, que van creciendo paulatinamente y reconfigurándose a medida que la obra avanza, permitiendo al intérprete mostrar su absoluto dominio de la textura y del plano sonoro. Dos arranques que entrecruzan sus estilos en Oscuridad pura, la obra de la única compositora del disco, sobre la que Garvayo arroja toda su fuerza y pulsión, especialmente en el acelerando de acordes finales.
Ya para cerrar, Mauricio Sotelo es el compositor comisionado para dar título al disco que nos ocupa. Su obra, Sub Rosa, cercana a los diez minutos de duración y de difícil ejecución por sus entrecruzadas y complejas resonancias, nos sumerge en un mar de incertidumbres por medio de una sucesión de escalas ascendentes e inestables que el granadino resuelve con certera precisión.
Juan Carlos Garvayo nos presenta un variado repertorio en su última grabación, abarcando cinco siglos de historia de la música, interpretando estilos a las que igual nos tiene menos acostumbrados pero que disuelven esa delgada línea roja del repertorio; nos invita a la reflexión, a la introspección y al descubrimiento de nuevas combinaciones musicales así como a adentrarnos en los inquietantes universos esotéricos por medio del piano.