Doce Notas

López Cobos y la ‘Turandot’ de Halloween

no sin policrates  López Cobos y la Turandot de Halloween

Turandot, Deutsche Oper © Bettina Stöß

En primer lugar, que a escasos metros de allí, la ópera rival –la Staatsoper unter den linden– ofrecía en su sede provisional del Schiller Theater otro Puccini más mediático: Madama Butterfly. Aunque la causa pudiera ser también que, conociendo el truculento montaje firmado por Lorenzo Fioroni en 2008, recuperado en 2010 y de nuevo este año, el público se decantase por la sangre de atrezzo que las calles de la ciudad le ofrecían en esa noche de Halloween. Y es que, alterando la acción del libreto, algo que parece inevitable en gran número de las propuestas de los grandes teatros alemanes (hace unos días quedaba aquí constancia de ello a propósito del Diálogo de Carmelitas muniqués), Fioroni ha añadido invenciones de su cosecha. Como el final para Liù que, en lugar de suicidarse discretamente, será ejecutada por un esbirro antes de ser colgada para exhibición pública.

No contento con esto, ha adicionado como postre lo que en lenguaje freudiano se conoce como matar al padre, tomado por el regista de Locarno al pie de la letra. Así, una vez confirmada su unión, la princesa de hielo acabará con la vida de su progenitor clavándole una daga en el pecho, mientras Calaf procederá del mismo modo con el suyo… ¡Cosas veredes! Como el hecho de trasladar la acción desde la plaza pública de Pekín a un teatro similar al imaginado por Peter Weiss para la ejecución de Marat ante los locos de Charenton. Aquí, unos reclusos vigilados porra en mano por represores carceleros, esperan ávidos de sangre el anuncio de Ping, Pang y Pong,  ayudantes del verdugo Pu-Tin-Pao, el anuncio de la ejecución pública del nuevo pretendiente de Turandot que no ha superado las pruebas para acceder a su mano. Un espectáculo presidido desde el palco como siempre por el tirano emperador, padre de la protagonista, con mano temblorosa dispuesta a firmar sentencias de pena capital.

Recompensas musicales

El público asistente capaz de asimilar tales excesos, vio corresponder su  requerida paciencia oriental por un reparto encabezado por dos voces de fuste, con buena proyección y gran capacidad en ambos casos para las notas altas. En primer lugar, la soprano británica Catherine Foster –de presencia escénica un tanto angelamerkeliana refinada–, en el mejor momento para asumir el papel titular de Turandot, mientras afirma su carrera wagneriana como esa Brunhilde en que la veremos en diciembre en el Siegfried del Maestranza sevillano. Y que continuará rodando –esta vez en Walküre– en Amsterdam antes de entregarse de lleno al mismo en la Tetralogía del bicentenario de Bayreuth. Dándole réplica como Calaf, el tenor coreano Alfred Kim, encandiló al público con el siempre esperado Nessun dorma. Con ellos, dos figuras de la escudería del Teatro: la soprano Martina Belschenbach, de voz aterciopelada, fue un acierto para Liù, mientras el bajo bajo-barítono Stephan Bronk, ligeramente afectado por una reciente dolencia, se creció como el destronado Timur, a medida que avanzaba la acción. Buenos los coros de la casa, así como el refuerzo de voces infantiles dirigidos respectivamente por William Spaulding y Christian Lindhorst.

Al frente musicalmente de todos ellos, Jesús López Cobos dirigiendo la segunda producción de este título de su vida. La primera, a finales de la década de los 80, fue en el mismo escenario, en el montaje de Götz Friedrich, su media naranja en las responsabilidades artísticas de la Deutsche Oper, en la que poco tiempo después el músico zamorano decía adiós a su titularidad de una década como Director General Musical. Y el coliseo, que estos días celebra su centenario, ha querido contar también para el concierto de gala por los fastos de tan sonada efemérides, con López Cobos que, desde su domicilio en Suiza parece haber centrado su actividad operística en la Europa germanoparlante después de su salida del Teatro Real madrileño, al que no tiene idea de volver. “Madrid lo dejo para conciertos”, comentaba López Cobos a una insinuación de Doce Notas. “Para la ópera me centraré ahora en Viena”. De manera notable, teniendo en cuenta que en lo que queda de temporada se enfrentará en la capital austriaca a dos títulos de Verdi y otros tantos de Rossini. Sólo en enero de 2013, lidiará sucesivamente La italiana en Argel, en la legendaria producción de Jean-Pierre Ponnelle, Nabucco (Krämer) y Cenerentola (Bechtolf) en la prestigiosa Staastoper, a la que regresa tres meses después con un Rigoletto de Sandro Sequi. Quien quiera verlo dirigir en España tendrá que desplazarse hasta el Teatro Arriaga de Bilbao donde, el próximo mes de mayo, López Cobos dirige Il mondo della luna, de Joseph Haydn.

Berlín, 1 de noviembre 2012

Polícrates en la estación de Metro de Deutsche Oper

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