El Concierto para dos timbaleros y orquesta, del compositor estadounidense, se estrenó en Nueva York hace ahora 12 años. Su interpretación en Valencia ha supuesto una ocasión única para que el público apreciara lo muy variados que pueden llegar a ser los ataques sobre el timbal, cuyo dominio requiere mucha práctica, amén de la precisión rítmica.
Nada de esto les faltó a los solistas de la velada, Javier Eguillor y Julien Bourgeois, en su magnífica exhibición sobre un total de doce timbales que tuvo su punto álgido en una ‘cadenza’ que Glass interpola entre los movimientos II y III de su concierto. Un concierto que, por lo demás, exige una plantilla orquestal grande y que el compositor apenas aprovecha, cómodamente instalado desde hace años en un minimalismo light. Merecía, pues, la pena concentrarse en la parte solista y deleitarse con ambos timbaleros que, además, se lucieron nuevamente en la ‘cadenza’ del Concierto para timbal y orquesta del compositor y antiguo timbalero principal de la Filarmónica de Berlín, Werner Thärichen, ofrecida como bis. Realmente fue aquí donde se desplegó una amplia gama de sonidos mediante el empleo de diferentes baquetas sobre los parches u otras partes del instrumento.
Desde el punto de vista orquestal, las Danzas sinfónicas, op. 45 de Rachmáninov no sólo prometían más, sino que superaron con creces lo oído en la primera. Ya en sus primeros compases pudo constatarse la brillantez interpretativa de la OV, dirigida con entusiasmo por Yaron Traub. Sin duda, el que en 2005 asumió la titularidad ha sabido conectar con el público valenciano y llenar la sala principal del Palau de la Música aun en tiempos tan difíciles como los actuales. Musicalmente, Traub, al que no le han faltado detractores, también ha conseguido imponer su estilo y mantener a su orquesta en unos niveles de motivación altos. Las Danzas, al menos, sonaron brillosas, y el ‘Andante con moto’, con su juego de pregunta-respuesta entre las diferentes secciones orquestales, como un vals hermosamente decadente.