El comienzo de la relación entre las dos familias se sitúa en la corte de Cöthen, donde, entre 1717 y 1723, coincidieron los patriarcas de ambas. Tiempo después, C. F. Abel (hijo) estudiaría con el Thomascantor en Leipzig, y, desde entonces, mantendría con Johann Christian, el benjamín de los Bach, una estrecha amistad que derivaría en una colaboración profesional en tierras británicas. Asentado en Londres desde la temporada de 1758-1759, se embarcaría junto a su amigo en la empresa de los Bach-Abel Concerts, una serie de conciertos por abono que sería una pieza fundamental en el esplendor de la vida musical londinense de aquellos años. ¿Seguiríamos hablando de él si no se hubieran dado estas circunstancias? ¿Permanecería por el contrario olvidado entre tantos contemporáneos suyos que no superaron el filtro de la historia?
La Sonata en Do Mayor WKO 151 y la música para viola da gamba sola responden a un auge del instrumento que estuvo intrínsecamente ligado al consumo doméstico de su repertorio en las islas británicas. Se trata de obras técnica y musicalmente carentes de grandes complicaciones. La Sonata consta de tres movimientos en la misma tonalidad –algo que ocurre en todas las obras de Abel presentes en este disco compacto– en los que la melodía de la viola predomina claramente sobre el acompañamiento del laúd, que solo se destaca en los puntos de enlace entre unas frases por lo demás simétricas y cuadradas.
La música para viola sola se compone de diversas piezas en Re menor que así se presentan en una sucesión que parece querer recordar a la disposición interna de las suites barrocas. Así, se enlaza naturalmente con la versión para laúd solo de la Suite para violonchelo solo nº 1 BWV 1007 de J. S. Bach. El arreglo de A. Martin sobre una transcripción para guitarra de T. Hoppstock dota al texto original de nuevas resonancias al potenciar el efecto de las pedales y al convertir algunas notas de paso en entidades armónicamente independientes. Este laudista explota las vibraciones de su instrumento en una interpretación correcta y delicada.
Las dos Sonatas prusianas WKO 149 y 150 de Abel, relacionadas con la corte de Federico Guillermo, difieren de la anterior tanto en la ordenación de los movimientos –los lentos se encuentran en primer lugar y no ocupando la posición central, como en la WKO 151– como en el lenguaje empleado. Aquí se perciben, especialmente en los comienzos, ciertos vestigios de una textura más contrapuntística que enlazan a Abel con las sonatas para viola y clave de su maestro.
En conjunto, estas obras nos muestran a un Abel compositor que luchó por darle un nuevo impulso al instrumento del que era virtuoso, la viola da gamba, en unas tierras que siempre le habían sido favorables. Sus composiciones no destacan por la originalidad o la inventiva y, en ocasiones, incluso denotan una falta de coherencia que no siempre se ve contrarrestada por la interpretación. En realidad no fue más que un último suspiro ya que, en palabras de Burney, la viola moriría con él.