La Sinfonía nº 9 ‘Thalassa’ fue terminada a finales de 2009 y estrenada en 2010 por la Orquesta Sinfónica de Galicia. Thalassa simboliza para los griegos el mar real. Se compone de dos movimientos encadenados de desigual duración: Num, el primero y más corto, representa en la mitología egipcia el concepto del caos primordial asociado a las aguas primigenias, oscuras y ciegas, de ahí los timbres graves empleados; y Okéanos, titán hijo de Urano y Gaia, representado como el mar en el que flotaba el universo habitable. En palabras del propio Marco, “no he intentado hacer una obra descriptiva”; cierto, no se percibe el mar, sino más bien el caos primigenio en donde la Ondas do mar de Vigo, Cantiga del siglo XIII de Martín Códax, parece ser lo único entendible. ¿Será algo parecido a la serie de olas que viene y va regularmente? El compositor ha trabajado esta pieza medieval de manera fragmentaria modificando y variando los timbres. Los efectos orquestales, rítmicos y tímbricos se van acumulando, hasta de nuevo la saturación; de ahí que la melodía de la cantiga sea totalmente audible aun en su fragmentariedad. Esta pieza está caracterizada en realidad por esos recursos tímbricos y las sonoridades graves.
La Sinfonía nº 8 ‘Gaia’s dance’ (2008) fue un encargo de Ernest Martínez Izquierdo, y a él está dedicada. Se trata de un trabajo sobre elementos de danza de todo el mundo, estableciéndose estos como los elementos unificadores de los tres movimientos que la componen. Gondwana, Laurasia y Pangea hacen referencia a los tres estadios diferentes en la evolución de los continentes y a la tierra, tan necesaria para danzar, para bailar. Paralelamente a esa transformación continental se emplean danzas de origen africano y americano en la primera parte, de procedencia europea y asiática en la segunda, y en la tercera, danzas de todo el mundo, incluso las urbanas. Pero esto es así porque lo dice el propio Tomás Marco, ya que han sido manipuladas de modo que no sean reconocibles y lo único que cabe destacar son los elementos métricos, rítmicos y tímbricos trabajados de manera harto compleja para la danza en sí.
Destaca el uso de la percusión y quizá sea ella la que proporcione la pista de ese recorrido y de la evolución de la obra. El primer tiempo se centra en el djembé, instrumento de percusión africano, y la cabassa, que procede de la música popular latinoamericana; enlaza con el segundo movimiento a través del empleo de la cortina, recurriendo a un ritmo más pausado, mecido y sinuoso, al que se añaden sonoridades asociadas a lo oriental gracias al empleo del viento y de las cuartas y las segundas menores. Con este recurso de la cortina cierra, y abre el tercer y último de los movimientos, la batería, cambiando radicalmente el tempo y usando una percusión mucho más nutrida.
En definitiva, tres trabajos formalistas en el que el resultado sonoro es equilibrado y homogéneo, al igual que el resto de su producción sinfónica, bajo una excelente dirección de Serebrier al frente de la Orquesta Sinfónica de Málaga.