Doce Notas

Un rojo no monocromático

cdsdvds  Un rojo no monocromáticoLa grabación de obras no demasiado conocidas de compositores que han sobrepasado los restringidos círculos de la música “culta”, y se han labrado una posición destacada dentro de los “grandes éxitos” de la música, entraña siempre un peligro: que se comparen estas creaciones menos populares con aquellas que les han catapultado a la fama internacional  y que se busquen en estas últimas patrones que las primeras han de seguir si quieren ser consideradas como valiosas.

Sin embargo, si obviáramos las páginas que, como estos conciertos, han tenido una difusión menor –debida en parte a que sólo se han conservado manuscritos– estaríamos incurriendo en el grave error de no contemplar la capacidad creadora de Vivaldi en su totalidad, de restringirla a una serie de composiciones que, solas, no pueden pintar el panorama completo del espectro de diversidades que encontramos en su estilo.

La inventiva que Antonio Vivaldi (1678-1741) demuestra en sus alrededor de quinientos conciertos conservados –de los que más de doscientos treinta fueron escritos para violín solo– no debe pasar desapercibida a pesar de que el sacerdote veneciano sea considerado como, si no el creador, el mayor responsable en la consolidación de la forma de concierto solista en tres movimientos, así como del plan estructural del primero de ellos. Estos siete concerti de la década de 1720, entregados como presente al por entonces Emperador austriaco Carlos VI –gran amante y patrón de la música– nos transportan a mundos sonoros autosuficientes gracias a un lenguaje directo, conciso y a la vez exuberante en sus recursos.

Como representantes de la concepción barroca de “afecto”, en estas composiciones todos los parámetros musicales se conjugan para crear una atmósfera expresiva determinada. En el caso del concierto en Si menor RV 391 (op. 9 nº 12) la tonalidad ocupa un lugar prominente dentro de ellos, puesto que su efecto se ve potenciado por el uso de un violino scordato –afinado de manera diferente a la habitual por quintas justas– que posee un componente de armónicos propio.

Il Pomo d’Oro es una agrupación joven y perfeccionista llena de una vitalidad que se transmite a su interpretación y que hace que su solista se enfrente con decisión y audacia al reto técnico y expresivo que suponen estos conciertos. Son estas una decisión y una audacia que con la experiencia conseguirán en un futuro que Minasi se sienta cómodo y libre en los momentos más exigentes. La propia imagen de la portada nos insinúa que están dispuestos a transgredir las convenciones a la hora de plantear sus propuestas.

Sobre el timbre aterciopelado de instrumentos italianos del siglo dieciocho –o construidos sobre sus modelos– concilian la elegancia con articulaciones tan incisivas que explican por qué algunos de sus contemporáneos conservaron el recuerdo de un Vivaldi aterrorizador. El contraste textural en las yuxtaposiciones de solo y ripieno está muy conseguido y, en consonancia con las tendencias historicistas que rodean a la “música antigua”, buscan explotar la vibración natural de las cuerdas, logrando un sonido que sigue el impulso natural del arco y que es mayoritariamente ajeno al vibrato. La realización del bajo continuo con clave u órgano, la inclusión de un arpa y una cierta cualidad mate en la zona más aguda del violín solista dotan a esta versión de sugestivas gradaciones tímbricas que abren nuestra imaginación a un universo que va más allá de lo estandarizado.

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