Del 1 al 19 de agosto se han sucedido en su programación conciertos, conferencias y talleres, teniendo como denominador común el tema de los pájaros y sus diferentes fábulas.
De toda la amplia oferta del festival, restan todavía los conciertos: El Canto del Cisne (10 y 11 de agosto), música vocal y piano, con obras de Mozart a Messiaen, pasando por los liederistas alemanes, la chanson francesa y la canción española y latinoamericana; El Jardín Iluminado (18 de agosto) con música medieval-zen del Codex Huelgas y cantos de Amor. No hacen falta Alas (17 de agosto), con músicas de cantautor para voz y guitarra. Y, como broche de oro, el domingo 19 de agosto, a las 12 h., en el Claustro de los Dominicos, María Huertas invitará a los niños y familiares de todas las edades a convertirse en Pájaros y volar a través de la música, la danza expresiva y el juego del taller para niños de música-expresión, en torno a El pájaro de Fuego de Stravinsky.
La música para el ballet El pájaro de fuego la compuso Stravinsky en 1910 para los Ballet rusos de Diágilev, cuando solo contaba con 28 años de edad. Fue el primero de los tres ballets que realizó para la compañía y que le abrió las puertas a la celebridad, como bien intuyó Diágilev al escuchar la obra del joven compositor. Petrushka y la Consagración de la Primavera fueron los otros dos ballets de esta trilogía de leyenda.
La historia de El pájaro de fuego
El argumento es propio de un cuento de niños, lo que ha contribuido a numerosas versiones para el público infantil. Es la historia del príncipe Iván que sale a cazar por la noche y sin darse cuenta entra en el jardín encantado del malvado Kastchei el Inmortal. Es entonces cuando aparece un pájaro de plumaje brillante revoleteando entre los árboles. Iván consigue capturarlo, pero, conmovido por sus súplicas, le deja escapar pero a cambio se queda con una de sus plumas.
En su aventura, encuentra a trece princesas y acaba enamorándose de una de ellas. Pero, al amanecer, los monstruos al servicio de Kastchei lo hacen prisionero y el brujo pretende convertirlo en piedra, como a muchos otros caballeros que anteriormente habían entrado en su jardín. Pero, cuando está a punto de conseguirlo, el príncipe, agitando la pluma que le regaló el pájaro de fuego, le llama y este consigue hechizar a los servidores del brujo. Sin embargo, la historia no acaba aquí, y después de varios enfrentamientos entre el pájaro y las huestes del malvado Kastchei, el brujo y todos sus monstruos desaparecen para siempre. El final, como en todos los cuentos de príncipes y princesas acaba felizmente en boda.