Es como si vivieran en un mundo perfecto diseñado especialmente para ellos. Por ejemplo, si bien las instalaciones de la Escuela de Danza Contemporánea de Mazatlán no son ni las más apropiadas ni las más bellas, cuando se entra ahí se respira danza. En uno de los salones se puede ver una clase complicadísima de ballet con una experta maestra de origen cubano y en otro, una sesión de jazz impartida por Agustín Martínez en la que los alumnos sacuden las caderas de forma sexi, hacen giros espectaculares y gritan apasionadamente.
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