Doce Notas

Fuegos y venenos

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Ekaterina Semenchuk, Il Trovatore © Tato Baeza

Bajo la presidencia y batuta de Zubin Mehta, el festival arrancó el pasado día 26 de mayo con El Trovador, que junto a Medea y Tristán e Isolda completa el programa operístico. Acompañan a éste una actuación del Ballet Nacional de España, un concierto sinfónico, varios recitales y encuentros (uno de ellos con el propio Mehta) y la proyección de películas, todo ello fiel al lema de la presente edición: Fuegos y Venenos.

 Y de fuego y veneno trata precisamente El Trovador, cuyo personaje central, la gitana Azucena (¡visto siempre desde la trama, no desde la música!), marca el destino de quienes la acompañan, pese a tratarse de una figura marginada. Es más, en esta ópera, las protagonistas son las mujeres: Azucena encarna el amor materno, Leonora el amor puro. Ambas mueren, una quemada en la hoguera, la otra envenenada. Ambas luchan por ahuyentar de sí el odio y la cólera, sentimientos que, por otra parte, se apoderan de los varones, del Conde, de Manrico. Ambas han de abordar arias con notables exigencias vocales y dramáticas.

La mezzo rusa Ekaterina Semenchuk (Azucena) convenció tanto musical como escénicamente. Maria Agresta también gustó, menos por su plasmación física de Leonora, un tanto estática, que por sus excelentes dotes vocales. De éstas también goza el tenor tinerfeño Jorge de León, un invitado habitual de Les Arts, que en las arias sacó a relucir su mejor timbre. En los conjuntos, en cambio, especialmente en el trío final que compartía con las dos protagonistas, pasó apuros y tardó tiempo en acoplarse. Junto a él destacaron el barítono Sebastián Catana (Conde de Luna) y el bajo Liang Li (Ferrando), el primero por su regularidad, el segundo por no viciar de extravagancias sus pocas y breves intervenciones.

Ni fogosas, ni, por supuesto, venenosas fueron las aportaciones del coro y de la orquesta. Para los que nos vemos a menudo en la tesitura de tener que juzgarlos, ya casi aburre repetir lo mismo: excelente nivel interpretativo, muy buena conjunción… ¡Ahora bien, todo depende de quién dirija! Sensibles a cualquier indicación que realzara el decurso musical, con Mehta estas formaciones se hicieron eco de un poder comunicativo capaz de producir aquellos momentos de magia por los que merece la pena acudir una y otra vez a los auditorios. Hubo varios momentos de estos durante la velada aquí comentada, tercera de las funciones de Il Trovatore.

Gerardo Vera (Premio Nacional de Teatro 1988) firmó una dirección de escena atrevida con importantes variaciones con respecto al libreto original. Será cuestión de gustos aceptar o rechazar licencias como la de no ubicar la trama en un lugar concreto, situando al espectador en un continuum espacio-temporal incierto. Quizá haya influido en esta decisión el hecho de querer aprovechar su trabajo escénico también para Medea. En cualquier caso, la iluminación planteada por Juan Gómez Cornejo de tonos mayoritariamente oscuros supuso un apoyo visual para las intenciones del ex director del Centro Dramático Nacional.

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