El Acuerdo de Bolonia, suscrito en 1999, compromete a organizar los estudios superiores, tanto universitarios como no universitarios, en un marco común a Europa antes del año 2010. Las universidades españolas han ido asumiendo este modelo desde hace años, no sin algunas reticencias en cuanto al camino recorrido, pero las enseñanzas artísticas han estado al margen de este proceso hace poco. La Ley de Educación del año 2006 incorporó inesperadamente un artículo recordando que también las enseñanzas artísticas tenían que ordenarse dentro del Espacio Europeo de la Educación Superior. La misma ley creó el Consejo Superior de las Enseñanzas Artísticas, como órgano de consulta y participación, que ha jugado un papel fundamental al impulsar esta iniciativa.
Gracias al consenso y determinación del consejo, el gobierno finalmente ha aceptado insertar plenamente las enseñanzas artísticas superiores en el marco europeo. Esto se ha plasmado en el decreto publicado el 27 de octubre de 2009, que las organiza en grados y master, al igual que los demás estudios superiores, sean universitarios o no. Los alumnos que cursen enseñanzas artísticas superiores obtendrán el título de Graduado en Música, Danza, Arte Dramático, Conservación y Restauración de Bienes Culturales, Diseño o Artes Plásticas. Los centros superiores también podrán ofrecer másteres en enseñanzas artísticas. El doctorado se queda como estaba: únicamente será posible en colaboración con las universidades, como ya disponía la ley de 1990, sin que ello haya dado frutos.
¿Acaso cursar estudios superiores de violín o de diseño industrial exige menos esfuerzo y dedicación que hacer una carrera universitaria? Afortunadamente, hace ya mucho que sabemos que no es así. El carácter superior de una formación no depende de la materia que se estudie, sino de la profundidad con que se haga. Y las disciplinas artísticas siempre han sido un modelo de excelencia, de dedicación, de equilibrio entre la teoría y la práctica, de vocación. El esfuerzo personal y social que implica la formación de profesionales en las distintas ramas de las enseñanzas artísticas es importante y merece la más alta consideración académica. Su quehacer robustece la vida espiritual pero también la actividad económica de las sociedades avanzadas.
Las interminables reformas sufridas por el sistema educativo durante los últimos años han tenido un impacto desigual sobre las enseñanzas artísticas, que han padecido un desarrollo normativo lento, incompleto y muchas veces contradictorio. Cada pequeño avance ha ido unido a un sinfín de torpezas y errores. Los abundantes vacíos legales han sido subsanados aplicando normas de secundaria, que no son idóneas para estas enseñanzas especializadas y que las separan de la educación superior. Muchas de las mejores iniciativas propuestas en las últimas reformas se han quedado en el papel y no han pasado a la práctica, por falta de desarrollo y de planes concretos de actuación.
La desatención a las enseñanzas artísticas ha sido consecuencia de una falta generalizada de interés político. Representan una pequeña, heterogénea e incómoda parte del sistema educativo. Las convulsiones vividas en la enseñanza han ido dejando esta cuestión en un perpetuo segundo plano, cuando no en el olvido. El ministerio suprimió hace años la Subdirección General de Enseñanzas Artísticas. Desde entonces, a pesar de cariño que distintos funcionarios han puesto en el asunto, la gestión de este sector se ha visto desesperantemente ralentizada. Será imposible instaurar el modelo europeo antes del año que viene, como estaba convenido, puesto que acaba de darse el primer paso en esta dirección. El ministerio quiere hacer la reforma a coste cero, y eso es una quimera que pone en duda sus buenas intenciones. El mayor fracaso de la reforma del año 1990 fue la ausencia de una ley de financiación que hubiera situado la educación a la misma altura del desarrollo económico experimentado en nuestro país. Es insostenible pretender ser una de las primeras potencias económicas del mundo, cuando en inversión educativa estamos detrás. Esta deficiencia queda constantemente descubierta y a todos los niveles. Las enseñanzas artísticas, que ocupan el vagón de cola del sistema educativo, muestran lo atrasados que aún estamos.
Si las enseñanzas artísticas superiores se integraran en las universidades, como tantas veces se ha pedido, gozarían de un marco adecuado, y no sería necesario crearles uno especial y a la medida. Pero ningún gobierno se ha atrevido a dar este paso. Han prometido, en cada unas de las sucesivas reformas que hemos contemplado, trajes a medida y maravillas sin cuento que nunca se han llegado a concretar. A nuestros gobernantes les gusta mucho más redactar leyes que cumplirlas. Antes que verse abocados a ello prefieren cambiarlas y volver al punto inicial, atribuyéndose el papel de taumaturgos. Pero los milagros son difíciles de ejecutar sin los medios humanos y materiales que los muevan desde las tramoyas.
La aparición del Real Decreto 1614/2009, de 26 de octubre, por el que se establece la ordenación de las enseñanzas artísticas superiores es un acontecimiento muy importante, pero la verdadera reforma se inicia a partir de ahora. Para tener credibilidad en este reto, el Ministerio de Educación debería dotarse de una Dirección General de Enseñanzas Artísticas puesto que, aunque las competencias educativas ya fueron transferidas, aún tiene muchos cometidos pendientes a los que se suman otros nuevos:
1. Fijar los aspectos básicos de los planes de estudios y los sistemas de acreditación de los nuevos títulos de grado, en analogía con otras enseñanzas superiores, y conforme al método de participación y consulta que desde hace poco se ha desarrollado con éxito en el seno del Consejo Superior de las Enseñanzas Artísticas.
2. Adaptar y convalidar los planes y títulos anteriores, sin omitir ninguno, introduciendo cuanto antes los créditos europeos en el sistema que seguirá funcionando por unos años hasta que se implante el nuevo.
3. Regular los requisitos mínimos de los centros superiores atendiendo a sus verdaderas necesidades y a la naturaleza de sus actividades artísticas, garantizando unas adecuadas instalaciones.
4. Fijar un modelo de gestión de los centros que se adapte al funcionamiento de la enseñanza superior, con suficiente autonomía académica y de gestión.
5. Regular las funciones docentes en el marco de la enseñanza superior, fijando las especialidades, el nivel y la carrera docente en términos más parecidos a la universidad que a la secundaria (como se ha venido haciendo hasta ahora).
6. Potenciar la investigación en artes y los postgrados (másteres y doctorados) con programas propios debidamente presupuestados.
7. Dotar al Consejo Superior de las Enseñanzas Artísticas de una sede y de un equipo propio, que garanticen un funcionamiento fluido, una vez superada su fase constituyente.
8. Establecer programas presupuestarios específicos para que esta reforma pueda llevarse a buen término, apoyando de forma eficaz a un profesorado que está agotado de tantas reformas hechas a su costa y sin medios.
La conquista de los títulos de grado y master ha sido compleja y supone un avance histórico para las enseñanzas artísticas, que de este modo dejan de dar títulos que no estaban normalizados, y cuya equivalencia siempre había que explicar. En terminología antigua, podemos decir que los artistas por fin se licenciaran con títulos perfectamente homologables a los universitarios, dejando atrás sucedáneos y equívocos. Sin embargo, la dignificación de las enseñanzas artísticas no es solo cuestión de cómo se llamen los títulos. Es fundamental que este marco académico se desarrolle y que se complete con medidas organizativas adecuadas a una enseñanza verdaderamente superior. Los profesionales, aprendices y maestros aportan un fantástico capital humano, lleno de entusiasmo y creatividad. Falta que las administraciones educativas sepan gestionarlo y acrecentarlo con decisión, diligencia y medios.
Publicado en el periódico Escuela nº 3845 (1607), 19 de noviembre de 2009, p. 7.
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(Víctor Pliego de Andrés, Catedrático del Real Conservatorio Superior de Música de Madrid)