Retomando el hilo que iniciábamos en un artículo anterior (presente y futuro de la luthería: retorno al origen (febrero-marzo 2009) vale la pena insistir en el porqué las cosas son como son, por qué la luthería de ciertos lugares y épocas florecieron hasta extremos inimaginables y por qué hoy día tenemos en un pedestal a ciertos luthieres.
(Tratado de Geometría de Alessandro Capra, Cremona, 1673)
Los años de aprendizaje
El siguiente gran paso lo realizó Antonio Stradivari, que aprendió de Nicolò Amati, es decir, el mejor maestro posible en ese lugar y época. Nicolò Amati fue el gran Maestro, el mejor que hubiera podido tener Antonio Stradivari, en el sentido amplio, histórico y profundo de la palabra, tal como Gombrich lo concebía. La prueba de la correcta elección de Nicolò Amati como Maestro y guía la tenemos en otros de sus alumnos: Andrea Guarneri y Francesco Ruggeri.
Pero, antes de aprender con Nicolò Amati, y esa época es muy poco conocida en general, Stradivari tuvo la mejor formación posible para llegar a concebir su gran logro: la forma perfecta, el canon, la medida, el modelo. Para comprender en toda su magnitud como era posible que Stradivari pudiera concebir instrumentos de la categoría de los que se pueden contemplar en el Palacio Real de Madrid, es decir, los instrumentos ornamentados, hace falta mirar hacia su pasado, sus años de aprendizaje.
El entorno y la época
Cuatro artistas, cuatro nombres, formaban parte del entorno de Antonio Stradivari en su juventud, en su época de aprendizaje previa a la que es estrictamente de luthería con Nicolò Amati: el arquitecto y escultor Francesco Pescaroli (1610-1679), el escultor Cesare Ceruti (1573–1643), El arquitecto y escultor Alessandro Capra (1608–1682) y el escultor Giacomo Bertesi (1643-1710).
La figura del Arquitecto en el Seicento italiano, muy notable en la vida tanto pública como privada, estaba dotada de vastos conocimientos: ciencia, técnica, retórica, humanística, astrología y astronomía.
(Talleres de Cremona)
Francesco Pescaroli construyó iglesias y aceptó encargos y reformas para las diversas comunidades religiosas que estaban en Cremona: los Carmelitas, los Franciscanos, los Benedictinos y los Jesuitas. Pescaroli llevó a cabo un encargo muy importante para los Benedictinos en 1656. Un documento muy valioso de la época que hace referencia a ese encargo indica que para llevar a cabo la obra, necesitó de algunos ayudantes, además de dos aprendices: Giacomo Bertesi, de 13 años de edad y Antonio Stradivari, de 8 años de edad.
Recordemos que el primer violín conocido de Stradivari es de 1666 y hecho bajo la dirección de Nicolò Amati, es decir 10 años después del encargo a Pescaroli.
Stradivari se independizó y empezó a trabajar por su cuenta en 1667, a los 19 años de edad, con una solidísima formación y experiencia ya desde una temprana edad.
Nuestro tiempo, nuestro sitio
La idea de la formación sólida y desde temprana edad es algo que hoy día se valora poco, pero está más que demostrado que los que han logrado obtenerla demuestran con sus obras que la excelencia de los maestros antiguos pueden tener su continuidad hoy día, bajo las premisas del aprendizaje temprano y la supervisión de maestros reputados. Éste es el caso de varios jóvenes luthieres de nuestra tierra de los que hemos hablado en artículos anteriores y de los que sin duda tendremos noticia en un futuro no muy lejano.
Las palabras y el pensamiento de Gombrich, como siempre, resuenan vivos y nítidos y nos ponen a todos en nuestro sitio, nos recuerda que las cosas no pasan porque si: “Actualmente hay una ausencia de patrón, de búsqueda de la excelencia. Soy un gran defensor de la idea que el arte está vinculado a la maestría y la maestría es, por definición, algo que no está al alcance de todos.
Hay buenos deportistas, gente que corre más que los demás, hay pintores que pintan mejor que otros. Beethoven era mejor compositor que muchos otros de su tiempo. Hoy día, a través de la popularidad del arte, a través de la industria de la crítica del arte, de la proliferación de exposiciones, catálogos, libros y publicidad, los medios de comunicación han alcanzado mucho poder a la hora de crear una sensación en arte que no está realmente basada en la maestría, si no en la pura novedad”.