
De izqda. a dcha.: tapas y fondos de Anna Andreu, Guillem Gecubi, Luis Fernández y J. A. Chacón. (Foto: Jordi Pinto)
La verdad es que no hay una única respuesta a todas éstas preguntas, pues siempre habrá músicos que se decanten por una u otra opción, dependiendo de qué les resulta más atractivo y de la formación y experiencia que hayan adquirido al respecto.
Se dice que algunos Lords ingleses cuando adquirían un traje nuevo lo cedían temporalmente a alguno de sus sirvientes para que lo usaran, de manera que cuando ellos se lo pusieran ya no se viera tan nuevo y no fuera tan evidente que iban de estreno.
Quizá todas estas cuestiones tengan una respuesta más psicológica que acústica o física. Se tiende a pensar que un instrumento antiguo que haya sido tocado muchos años tendrá una estabilidad y equilibrio sonoro, un rodaje hecho y una mayor facilidad de emisión, cuando todo esto depende mucho de la propia construcción, por supuesto, pero también del montaje de puente y alma y del estado de las cuerdas.
El violinista Itzak Perlman, ante una pregunta acerca de si prefería tocar con instrumentos nuevos o antiguos, respondió que había instrumentos nuevos tan buenos como algunos antiguos, pero que tocar con un violín del siglo XVIII le daba un plus de confianza y seguridad a la hora de tocar. (A lo que habría que añadir aunque no tenga nada que ver con el tema en sí es que él se lo puede permitir, económicamente hablando.)
Jean-Baptiste Vuillaume
El luthier francés Jean-Baptiste Vuillaume (1798-1875) fue un gran constructor y tenía un gran talento para la construcción de bellos instrumentos muy apreciados a nivel sonoro, sin olvidar su perspicacia comercial, que estaba también a la misma altura. Su objetivo final era realizar instrumentos con un acabado nuevo que fueran plenamente aceptados por los músicos.
Al principio de su trayectoria como luthier, sin embargo, no eran tan aceptados, pues los músicos creían que no eran tan atractivos como los instrumentos del XVIII, así que emprendió una etapa que duró cuatro décadas a base de realizar copias de los antiguos, al final de la cual volvió a construir instrumentos con aspecto nuevo.
Éstos, finalmente fueron más fáciles de introducir pues se había ganado la confianza del mercado con los “antigüizados” y ya para entonces la calidad de su sonido estaba fuera de toda duda. Hoy día, tanto unos como otros se cotizan a precios de violín del XVIII.
Las huellas del tiempo
¿Envejecerán igual los instrumentos nuevos de hoy como lo hicieron los que ahora son antiguos? Si nos fijamos en las manchas y desgastes que adquirieron los violines que hoy día son antiguos, a través de los años, hay unas zonas de contacto que van quedando más pobres de barniz, dejando a la vista el “sotofondo” o capa de imprimación, generalmente de color amarillento o de oro viejo.
Éstas zonas solían ser donde el músico apoyaba su barbilla en la parte inferior de la tapa, a la izquierda del cordal (a veces incluso a la derecha); en la parte superior derecha de la tapa, por el contacto de la mano izquierda al digitar las posiciones superiores del diapasón; el aro superior derecho, por las mismas razones del contacto con la mano izquierda; y por debajo, la zona de contacto con el hombro, en la parte central inferior del fondo.
Barbada o mentoneras
Hoy día se ha generalizado el uso de barbadas o mentoneras que protegen del contacto directo de la barbilla con la tapa del violín, incluso a veces se añaden protectores por encima de la barbada en el caso de sudar mucho. Por la parte inferior también se ha generalizado el uso de almohadillas de todo tipo, de manera que el contacto con el hombro apenas ya no tiene lugar.
Si fuéramos totalmente escrupulosos, las copias de “antigüizado” actuales serían bastante irrisorias, pues el desgaste se limitaría a cuatro pequeñas marcas en el borde del fondo, que corresponderían a la zona de contacto de las patas de la almohadilla, mientras que por la parte superior el desgaste por el contacto con la barbada es hoy día prácticamente inexistente.
Independientemente de cómo sea su estética, hoy día los instrumentos nuevos han adquirido de nuevo la reputación que se merecen, pues hay una generación de jóvenes luthieres muy bien formados que son muy escrupulosos a la hora de construir y que han podido recibir un sólido bagaje de sus profesores, ya sea en escuelas o bien en talleres reputados. La calidad del sonido es totalmente fiable si el proceso de construcción y la selección de materiales son los correctos, pudiendo obtener instrumentos de alta gama a precios razonables, huyendo de las pautas que el mercado de los instrumentos antiguos nos impone.
Cabezas de violines (Foto: Jordi Pinto)