Doce Notas

Rhapsody. Sonatas para violonchelo y piano de Rajmáninov y Prokófiev

El chelista, Gautier, posee unas cualidades innatas que ha sabido valorar la propia Argerich en los cursos de Lugano. Lo cierto es que me sorprendieron muy gratamente. Hace poco descubrí un archivo en el que Capuçon hacía frente al Concierto para violonchelo e instrumentos de viento de Friedrich Gulda. Irradiaba fuerza, ritmo y vitalidad. Si a una joven promesa se le añade otra, como la pianista venezolana Gabriela Montero, la combinación da como resultado un cóctel de proporciones acertadas y potente sabor musical. A Gabriela se le vincula a dos grandes compositores: Chopin y Rachmáninov.

Aquí se enfrenta a la Sonata para violonchelo de Serguéi Rachmáninov. Una pieza en la que los dos instrumentos son protagonistas absolutos, con un segundo movimiento que es lírica pura y recuerda a Schumann y a Chopin. Con el tercer movimiento se vuelve humorístico y se aproxima al mundo mendelssohniano e, inclusive, es tendente a la serenidad de Dvorák. En el tema final vuelve al estilo del inicio, con una sincronía perfecta entre Montero y Capuçon. A propósito de la Rapsodia sobre un tema de Paganini, Capuçon hace de la décima variación una pieza en sí misma en la que el piano es acompañante y no solista. El fragmento aporta en esta nueva concepción su aspecto más romántico. Su fraseo prolongado dota a la línea melódica ese carácter nostálgico, apasionado y enternecedor de la música. Vibrante la transcripción hecha por los dos artistas. Los encuentros entre Mstislav Rostropóvich y Seguéi Prokófiev dieron lugar a esta opus 119, en la que instrumentista y compositor pusieron lo mejor de ellos mismos. Las posibilidades del violonchelo quedaron desarrolladas en una pieza de factura clásica con el fino y, a veces, punzante humor de Prokófiev. Magnífico el último de los tiempos. En resumen, intérpretes jóvenes aunque sobradamente cualificados.

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