Aquí se enfrenta a la Sonata para violonchelo de Serguéi Rachmáninov. Una pieza en la que los dos instrumentos son protagonistas absolutos, con un segundo movimiento que es lírica pura y recuerda a Schumann y a Chopin. Con el tercer movimiento se vuelve humorístico y se aproxima al mundo mendelssohniano e, inclusive, es tendente a la serenidad de Dvorák. En el tema final vuelve al estilo del inicio, con una sincronía perfecta entre Montero y Capuçon. A propósito de la Rapsodia sobre un tema de Paganini, Capuçon hace de la décima variación una pieza en sí misma en la que el piano es acompañante y no solista. El fragmento aporta en esta nueva concepción su aspecto más romántico. Su fraseo prolongado dota a la línea melódica ese carácter nostálgico, apasionado y enternecedor de la música. Vibrante la transcripción hecha por los dos artistas. Los encuentros entre Mstislav Rostropóvich y Seguéi Prokófiev dieron lugar a esta opus 119, en la que instrumentista y compositor pusieron lo mejor de ellos mismos. Las posibilidades del violonchelo quedaron desarrolladas en una pieza de factura clásica con el fino y, a veces, punzante humor de Prokófiev. Magnífico el último de los tiempos. En resumen, intérpretes jóvenes aunque sobradamente cualificados.
Rhapsody. Sonatas para violonchelo y piano de Rajmáninov y Prokófiev
