Doce Notas

El arte de la restauración y la Asociación Internacional de Maestros Luthieres y Arqueteros

Proceso de restauración por rotura de alma: deterioro en la tapa; sello del alma; madera y barniz restaurados. (Fotos: ©Jordi Pinto)

Un luthier es normalmente conocido como la persona que construye instrumentos de música de cuerda frotada, sobre todo de la familia de los violines. Ya hemos comentado en artículos anteriores que ésta es quizá la cara más visible y más difundida de este noble oficio, pero, al igual que los médicos o los abogados, los luthieres pueden escoger además su especialidad de entre un gran abanico de posibilidades: construcción, reparación, restauración, mantenimiento, puesta a punto, expertización… complementándose unas con otras.

Cualquier instrumento nuevo tiene un lógico desgaste en manos del músico, que puede ser más o menos acusado dependiendo de las horas de uso, el tipo de sudor o la forma de tocar. Además, los instrumentos están en riesgo constante a daños mayores, debido a traslados, viajes, conciertos, ensayos, uso en el foso de las orquestas, etc.

Cuando el daño sufrido es debido a un accidente pueden ocasionarse grietas, roturas, rajas, desencoladuras, golpes, raspaduras y desconchados del barniz la mayoría de veces no basta con una simple reparación, si no que hay que intervenir en un grado más profundo, muchas veces a base de tener que abrir el instrumento y reforzarlo por dentro, o incluso rectificar deformaciones a base de tener que realizar moldes y contra-moldes, pasando muchas más horas en el taller realizando trabajos más precisos, minuciosos, delicados y a veces bajo la presión de la responsabilidad de manipular instrumentos de precio o categoría superior: entramos en el terreno de la restauración.

Los instrumentos que puedan llegar a requerir una restauración no tienen que ser necesariamente muy antiguos, de siglos pretéritos, basta con que un instrumento nuevo o relativamente nuevo haya sufrido un accidente de cierta seriedad. Por lo tanto es lógico pensar que de restauraciones las ha habido prácticamente desde la misma invención del violín, hace ahora unos 500 años. Lo que si ha variado mucho es la forma de llevarlas a cabo.

A medida que el mercado ha ido poniendo las cosas en su sitio y se han establecido unas categorías de precios y de niveles artísticos según autor, origen, época, estado de conservación y sonoridad, se han dado, a través de los tiempos, unos distintos criterios de restauración que ha evolucionado más en los últimos 50 años que en los 450 anteriores.

El valor económico de ciertos instrumentos del siglo XVIII ya estaban a niveles estratosféricos en su propia época, pero algunos otros han ido ganando protagonismo a medida que se les valoraba justamente –a posteriori– por su manufactura, sonoridad o simplemente por saturación de mercado: si los instrumentos cremoneses del XVIII ya no están al alcance de los bolsillos de los músicos, el mercado se ha ido desplazando a otros orígenes (Brescia, Venecia, Nápoles, París o Países Bajos) u otras épocas (los italianos del XIX se cotizan ya a unos precios de escándalo).

Esto significa que para mantener el valor de la inversión realizada hay que mantener el estado de conservación al máximo, de lo contrario el valor histórico y económico queda mermado considerablemente.

La Asociación Internacional de maestros luthieres y arqueteros

Desde sus comienzos, los miembros de la Entente Internationale des Maîtres Luthiers et Archetiers d’Art han sabido mantener el listón muy alto y establecer pautas de trabajo, niveles de calidad y una seriedad fuera de toda duda. El mayor éxito del sistema de trabajo empleado mayoritariamente ha consistido en que los luthieres más experimentados y reputados –la generación mayor, formada por gente como Emile Français, Rembert Wurlitzer, Andrea Bisiach, Fridolin Hamma, William Beare– han aceptado aprendices aventajados, que han ido itinerando por diversos talleres a base de estancias de 2-3 años hasta formarse profesionalmente a un nivel muy alto.

Esta segunda generación, que entonces fueron aprendices son ahora luthieres cuya edad está entre los 40 y los 65 años, de los que podemos destacar a Charles Beare, Jean Jacques Rampal, Horacio Piñeiro, Hans Weisshaar, Antonio Capela, Gio Batta Morassi o Carlos Arcieri, son los que ahora, a su vez, están admitiendo y formando una tercera generación de alumnos aventajados, cuyos resultados ya se empiezan a notar en los concursos internacionales de luthería y arquetería y de los que podemos destacar a Jan Spidlen, Joaquim Capela, Pascal Camurat, Simeone Morassi, Primo Pistoni, Roberto Collini, Peter Beare, Gregg Alf o Patrick Robin.

No solamente tienen una sólida formación como luthieres constructores sino que tienen una amplia base y experiencia en la restauración, aunque no siempre coincidan ambas especialidades, como el caso del gran restaurador alemán Benjamín Schroeder.

El “savoir faire” y el respeto por los trabajos realizados por los luthieres de generaciones pretéritas se ha centrado, principalmente, en aprender las técnicas necesarias para poder recuperar las piezas originales dañadas sin que se note la reparación y sobre todo erradicar la nefasta práctica del cambio total de partes enteras como tapas, fondos o aros, cosa que hoy día, si no es un caso muy extremo de rotura irreparable, se considera improcedente.

Otro de los puntos básicos que incluyen este respeto se centra en los barnices, que quizá son los que peor parte se han llevado en ciertas épocas del pasado: el decapar y rebarnizar algunos instrumentos históricos ha impedido que hoy día podamos disfrutar de la plena originalidad de las piezas y el poder estudiar como trabajaban nuestros antepasados, con qué materiales y como estaban aplicados.

El intrusismo profesional, la falta de información y la osadía y atrevimiento de algunos aficionados y pseudoprofesionales son todavía causa hoy día de muchos daños irreparables, que en el caso de llegar a ser perpetradas en otras obras de arte como pinturas o esculturas sería motivo de delito, escándalo y consiguiente noticia de periódico.

www.casaparramon.com

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