
La grabación del Musikverein ahondaba en la profundidad de la sinfonía, en el contraste dinámico y en el potencial sonoro. Aquí, junto a los suyos en una lectura de finales del año pasado, adquiere en la Philharmonie una dimensión mahleriana diferente, con una estructura y un desarrollo melódico proverbiales.
La cuerda, ensamblada con el metal y la percusión, alcanza momentos de verdadero clímax. Como apuntaría Jonathan Kramer, “la Novena es el adiós de un artista moribundo a un siglo que también lo fue, así como supuso el fin de la tonalidad”.