Ángel Illarramendi podría denominarse el compositor español de bandas sonoras más prolífico. Junto a Elías Querejeta ha contribuido a hacer de nuestro cine y nuestra música elementos de orgullo cultural. Nos llega una sinfonía, la Séptima, en un solo movimiento de menos de cuarenta minutos. Escrita en adagio-moderato, plasma una idea cercana al poema sinfónico o a lo que llamaría “cortometraje sonoro”. El uso de la cuerda es crucial en Illarramendi, usándola en modo creciente y en sus familias grave y aguda. El lirismo inunda la partitura, con un toque de belleza misteriosa en manos del coro y el ataque consiguiente de la cuerda, las flautas y metales. Los efectismos fílmicos son perceptibles auditivamente en una sinfonía madura, en manos de una firme agrupación. La Orquesta Filarmónica de Varsovia está acostumbrada a realizar grabaciones cinematográficas, como sucede en Praga con la City of Prague, con un animoso Wojciech Rodek y un profesional coro. Pocas veces se dijo tanto con una sinfonía tan breve.