Si escuchamos cronológicamente las piezas aquí incluidas apreciaremos la creciente preocupación del autor por las texturas livianas y las sugerencias tímbricas. La pieza más antigua, Rhea (1989), es también la más energética, mientras que A Tempo (1998) despega hacia un vuelo fluido que no prescinde de referencias clásicas. La sutil El perfume de la luna (2003) se desenvuelve en las alturas, en el registro agudo de los instrumentos, mientras que en El arte de la siesta (2005), López López trata el ensemble como extensión del acordeón. Por cierto, espléndida la intervención de Esteban Algora en este instrumento.