Acercarse a la obra de Lang es, sin duda, una experiencia distinta, casi como la de escuchar el paisaje sonoro de un desierto. Poco importa la relativa lejanía temporal con que fueron escritas las piezas y que éstas lleven títulos tan dispares como Tres tigres dorados, El pastor grueso y el conejo blanco o El libro de la serenidad: la reivindicación sonora de Lang es la misma, y así lo entienden los instrumentistas del Klangforum de Viena, que se enfrentan con éxito a líneas infinitas, difuminadas tímbricamente con levedad y superpuestas suavemente en dinámicas que no exceden el mezzoforte. No apto para oídos impacientes.