Christophe Delabre brinda siete piezas para este fin; cinco de ellas escritas para tres violonchelos y dos más para dúo. El autor proclama que se trata de “piezas de estilo diverso, con melodías simples y fácilmente memorizables”, y, en efecto, hay tarantelas, tangos y danzas. Pero, eso sí, organizadas para distribuir la dificultad (que nunca es grande), el protagonismo y los acompañamientos.