
El compositor catalán Benet Casablancas (Sabadell, 1956) gana el XX Premio SGAE de la Música Iberoamericana Tomás Luis de Victoria 2025, que convoca de forma bienal la Fundación SGAE. Ganador del Premio Nacional de Música (2013), con más de cuatro décadas de trayectoria, está considerado uno de los compositores de referencia de la creación musical española contemporánea.
Su generoso palmarés se completa con este reconocimiento, considerado el más elevado para un compositor vivo por haber enriquecido el patrimonio musical de los pueblos iberoamericanos a través de su obra creativa. El premio tiene una dotación de 20.000 euros.
“Ha sido una grata sorpresa. Recibo este galardón con alegría, gratitud, emoción y un grado de responsabilidad abrumadora”, declara Casablancas en una entrevista con Fundación SGAE. “Admiro muchísimo al compositor que le da nombre y quiero expresar mi agradecimiento al jurado por su confianza, a mis maestros, a las instituciones que me han apoyado a lo largo de toda mi carrera profesional, a SGAE (la casa de los autores), con la que siempre he colaborado con placer y, especialmente, a todos los intérpretes han recreado y difundido mi obra”.
El jurado de esta vigésima edición, reunido telemáticamente el 26 de noviembre de 2025, ha decidido conceder este premio al creador español “en atención a la incuestionable calidad de su obra y a su capacidad de apelación estética a las emociones del oyente, a su dominio de la orquestación, a sus méritos académicos y a sus aportaciones a la cultura musical”.
Un sentimiento de búsqueda permanente
Casablancas se formó musicalmente en Barcelona y Viena, en un momento en el que para desarrollarse profesionalmente los compositores tenían que abrirse camino y tejer complicidades en el ámbito internacional. “Eso ha cambiado. Ahora el nivel en España es altísimo”, aclara. Un periplo por todo el mundo que le permitió colaborar con orquestas y ensembles como la BBC Symphony Orchestra, la London Philarmonic, la Deutsche Radio Philharmonie o la NHK de Tokyo, además de las principales orquestas españolas, en escenarios como el Musikverein de Viena o la Morgan Library y la Universidad de Columbia de Nueva York, entre muchos otros.
Más de cuarenta años de labor creativa que confluyen en un lenguaje sumamente personal e independiente, con un mundo sonoro propio que conjuga tradición y vanguardia sin imposturas, caracterizado por un refinado virtuosismo de escritura y una poderosa fuerza expresiva.
Su extensa producción comprende una gran variedad de géneros y formatos. Combina ciclos pianísticos, canciones, obras para cuarteto de cuerda (su género preferido, según comenta) con música de cámara y orquestal (The Dark Backward of Time o Four Darks in Red, sobre una pintura de Mark Rothko), hasta culminar en la ópera L’enigma di Lea (2019), que tuvo gran éxito de crítica. “Me gusta equilibrar el cultivo de formatos grandes, en los que puedo estar trabajando entre seis meses y dos años, con otros más pequeños, próximos a las miniaturas”, reconoce. “Aunque con la perspectiva del tiempo, creo que es en la ópera donde converge todo. Desde la dramaturgia hasta la puesta en escena, el texto y la música”.
Un estilo sea íntimo o más complejo que se completa con colecciones de epigramas y aforismos como los haikus. “En el haiku aprendí a trasladar a la música la concisión, la inmediatez expresiva de dicha forma poética, análogamente al trazo expresivo de la caligrafía japonesa”, explica. “Son como diarios personales que capturan pequeñas epifanías musicales”.
Pero si algo destaca en su carrera es su relación con los intérpretes. “Soy muy afortunado porque he podido hacer música con grandes artistas, que han tocado mis obras con pleno dominio y convicción, lo que ha sido una excepcional fuente de inspiración y aprendizaje. Nos enriquece mucho a los compositores, te ayudan a conocerte mejor y, sinceramente, sin ellos la música no se haría realidad”, reconoce.
Un catálogo con acentos en el que predomina el anhelo de empatía
Su obra ha alcanzado una amplia proyección internacional. Sus piezas se han trasladado a escenarios de Estados Unidos, Japón, Europa, Canadá o Latinoamérica, lo que le ha estimulado como compositor, asimilando una gran variedad de perfiles, de intérpretes y públicos, que han impregnado todo su catálogo: “Es interesante porque cuando escuchas tu obra en diferentes países te das cuenta de que cada tradición imprime un carácter y un acento distinto que se reflejan en la propia pieza”, continúa. “Los matices varían, las sonoridades también. De la misma manera que la forma de transmitirlo de cada intérprete y el modo en que el público lo recibe también, según las latitudes. Cada país reacciona diferente ante la música”, asevera.
Una obra que emociona desde el respeto a la audiencia: “Hay tantos públicos como personas, pero tengo la aspiración de conectar siempre con ellos”, explica. “Los oyentes son quienes terminan la obra. El compositor debe pensar siempre en el público, sin ser complaciente, pero teniendo presente que la escucha debe ser gratificante también para ellos y tratando de suscitar su empatía para que siga la obra con interés. Falla exhortaba a los compositores a ser menos egoístas y más generosos con la audiencia, pero sin renuncias ni concesiones, la nuestra es una búsqueda permanente”.
Conocer para disfrutar, un vasto legado divulgativo
En su personalidad concurren la labor estrictamente creativa con la investigación y la pedagogía, actividades que sigue desarrollando con pasión y entrega. Todo ello, sazonado por un saludable sentido del humor, que mantiene vivo y alerta su espíritu creador, siempre comprometido con las nuevas generaciones y la realidad social que le envuelve.
Autor de obras como El humor en la música. Broma, parodia e ironía o Paisajes del romanticismo musical: soledad y desarraigo, noche y ensueño, quietud y éxtasis: del estancamiento clásico a la plenitud romántica, Casablancas defiende generar hábitos de escucha en el público “para que abra los oídos, amplíe su gusto con nuevas experiencias estéticas y descubra emociones inéditas”, añade.
“Mi labor como investigador nació antes que la de compositor. Siempre quise comprender cómo funciona la música antes de crearla”, razona. “Considero la docencia un deber para con las nuevas generaciones. Ha sido una labor muy enriquecedora para mí, confío que lo haya sido también para los demás. La dificultad fue compaginar ambas facetas para que la composición no quedara relegada. Me gusta compartir y hay que ser generosos con el oyente, ofrecerle las claves para que se atreva a acercarse a la nueva música. A fin de cuentas: conocer para disfrutar”, concluye.
El jurado de esta edición está compuesto por el compositor y premio SGAE Tomás Luis de Victoria 2017 Roberto Sierra, así como por los musicólogos, especializados en la música española e iberoamericana y pertenecientes a diferentes comunidades académicas, científicas y divulgativas, Natalia Bieletto, Marta Cureses, Alejandro L. Madrid y Álvaro Torrente, como presidente.
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