Coincidiendo con el día del fallecimiento de Fryderyk Chopin (el 17 de octubre), día arriba día abajo, el homónimo instituto varsoviano da a conocer cada lustro al ganador del Concurso en memoria del compositor de Żelazowa Wola. Un certamen que, por espacio de tres semanas, congrega en la capital polaca a la flor y nata de los pianistas del mañana. En su décimonovena edición 85 fueron los elegidos sobre un cásting inical de 640, que se prolonga durante más de un año.
Dura casi tanto como un mundial, con su fase clasificatoria, sus tres rondas preeliminares y la gran final a la que acceden una decena de pianistas, once para ser exactos en la presente ocasión. El Konkurs Chopinowski – oficialmente Międzynarodowy Konkurs Pianistyczny im. Fryderyka Chopina – finalizó el pasado lunes tras tres días de intensa pugna con los dos conciertos para piano del ínclito genio y su Polonesa-Fantasía op. 61 en la bemol mayor, esta última de obligada interpretación para todos los oponentes. Hasta en once ocasiones subió el director ruso-polaco Andrzej Boreyko a dirigir la Filarmónica de Varsovia entre los días 18 y 20 de octubre acompañando así a los once elegidos: Piotr Alexewicz (Polonia), Kevin Chen (Canadá), David Khrikuli (Georgia), Shiori Kuwahara (Japón), Tianyou Li (China), Eric Lu (USA), Tianyao Lyu (China), Vincent Ong (Malasia), Miyu Shindo (Japón), Zitong Wang (China) y William Yang (USA).
Predominio de asiáticos en el escenario y también en platea: más de la mitad de los participantes y finalistas proceden de China, Japón o Corea, siendo casi residual la representación europea. Durante la madrugada del lunes al martes, tras cinco horas de deliberación, el tribunal presidido por el norteamericano Garrick Ohlsson, flamante ganador de la edición de 1970, en plena Guerra Fría nota bene, y conformado por otros 16 insignes pianistas dio a conocer el veredicto. Su compatriota Eric Lu, uno de los favoritos en las quinielas, fue el designado. El pianista de Massachusetts, de ascendencia chino-taiwanesa, une ya su nombre al de Oborin, Harasiewicz, Argerich, Pollini o Zimerman, por citar unos pocos. No deja de ser curioso que el único estadounidense hasta la fecha vencedor a la sazón del certamen, revelara al décimonoveno triunfador de un concurso casi centenario (la primera convocatoria data de 1927). Y a su vez Lu le relevara en el medallero yanqui.
Una curiosidad casi irrelevante si nos remontamos a unos días atrás. Eric Lu cerró la última actuación de la tercera ronda el pasado 16 de octubre. El norteamericano llegó a tiempo de recuperarse de una indisposición y la organización accedió a postergar su actuación al tercer y último día de la ronda final. Dos días antes había estado a punto de hacer las maletas a causa de dicha dolencia, circunstancia nada inhabitual a tenor de la extrema presión que durante tres semanas soportan los finalistas (no dejen de ver el documental Fortepiano de Jakub Piątek si quieren conocer de puertas a dentro el evento).
Como decíamos, Eric Lu pudo reponerse a tiempo y cerró su tercera y última actuación de la fase previa con la Sonata en Si menor y las Tres mazurcas op.56. Al poco supimos que él y otros 10 pianistas pasaban a la final de los días 18, 19 y 20 de octubre. Una condición, la de finalista, que no le era desconocida. Diez años atrás, con apenas 17 años, Lu ya había accedido al último duelo, quedándose a las puertas del pódium (se le concedió la cuarta plaza), la gloria fue entonces para el coreano Seong-Jin-Cho. Entre el público no faltaba quien le habría aupado a los cajones de honor. También quien estas líneas suscribe, de cuerpo presente en 2015 en la Filharmonia Narodowa. Kate Liu y Eric Lu contaban con las simpatías de buena parte del respetable, pero al final Lu se quedó con la miel en los labios. Al término de una de sus interpretaciones me acerqué al backstage para intentar obtener alguna declaración del adolescente y entre la marabunta de periodistas pude robar una foto del que hoy es ya heredero de Pollini o Argerich.
En las horas inmediatamente posteriores al reciente veredicto no son pocas las voces que se han alzado contra el fallo. Algunas, en mi modesta opinión infundadas. Los hay que sostienen que Lu ya es un pianista consagrado, lo cual no deja de ser cierto, y que pudo decantar la balanza frente a la nueva hornada pianística. Otros han criticado la recta final de sus interpretaciones o han incluso sugerido apaños. No creo que se deba otorgar excesiva credibilidad al haterismo mediático incendiario, cada vez más habitual en nuestras rutinas.
Por contra, someterse por segunda vez a la extenuante presión que conlleva este certamen, máxime cuando uno dejó ya un excelente sabor de boca diez años atrás, si puede acarrear más riesgos que posibles beneficios. Seguramente el vencedor podría haber sido otro y el consenso absoluto no existirá nunca – que así sea por muchos años – pero desmerecer al vigente ganador del Concurso Chopin se me antoja una postura de dudoso gusto… y oído.
Uno ha podido seguir en 2025 desde la distancia, gracias a las ondas de la emisora dwójka de Polskie Radio, parte del certamen, que se clausuró el martes con el concierto de gala del Teatr Wielki, en el que tomaron parte todos los galardonados. De todos ellos me llevo una magnífica impresión del pianista malayo Vincent Ong. Y de toda la fase me quedaría con uno de los pasajes escogidos de la Polonesa-Fantasía op. 61.
Tras un largo interludio contemplativo, donde Chopin parece dar manga ancha al intérprete con pausados e intrigantes soliloquios, llega el que para mi es el verdadero clímax de la obra. Los pianistas empiezan a batir notas como si entraran en trance. Notas negras sobre todo, la batida va en progresión ganando dinámica, reverberación y agregando notas a fin de pluriemplear todos los dedos de ambas manos. Desconozco el nombre técnico de ese pasaje, pero seguro que los pianistas le tendrán reservado algún simpático apelativo. Ese pasaje, apenas 10 ó 12 segundos, parece exaltar a corazón abierto el genio del compositor polaco. Un genio que cada cinco años Varsovia revive y celebra por todo lo alto. Eric Lu despidió anoche el 19º lustro con el Vals en do sostenido menor, a ralentí, en modo berceuse. Atrás veintiún días de infarto, por delante otros cinco años de larga espera.
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