Es una suerte poder decir que la música de jazz tiene ya una corriente principal y que fluye con brío en España. No hace mucho había más que un puñado de esforzados practicantes de jazz y una pléyade de músicos que se acercaban y veían aún muchas dificultades para ganarse la vida con conciertos y discos de jazz. Pongamos que hablo aún de los años noventa del siglo pasado.
Tendrían que venir otros estilos a dar un apoyo importante, principalmente el flamenco y el rock y que originarían diversas fusiones entre estos estilos principales.
José Luis Kaele, paisano mío, lo sabe a pesar de su juventud, nació en el 2000 -creo que aún conservo la agenda de ese año, por si acaso- y adereza estas fusiones con una buena dosis de blues y de aromas latinos, bossa y caribeños para conformar un sonido brillante y original.
¿Dentro de la corriente principal? Sin duda, pero magnifico, certero, decidido. Es lo suyo y va a por ello.
Le he escuchado en conciertos y Jam sessions locales y la progresión ha sido rápida y profunda, una evidente evolución.
El trío es de lujo ¡cuidado que hay buenos músicos en esta Pucela actual! Pues elige a dos de mis favoritos. Cesar Diez al bajo, curtido en mil batallas musicales, desde la tradición al pop y rock pasando por el jazz. En la batería tenemos a Diego Martín más centrado en el jazz pero sin dejar de participar en formaciones más experimentales o incluso del rock folk que se práctica en estas latitudes norteñas. A esto le sumamos las colaboraciones de Arakistain a los saxos y Cristina Morales percusión y el tinte flamenco se hace más evidente.
Con estos mimbres hace nueve temas con la idea de una estrella de nueve puntas. Todos tienen su arista particular, magníficamente arreglados y ejecutados. Fluyen con mucha facilidad y la escucha es muy placentera.
De quedarme con uno sería Obsession, impresionantes líneas iniciales para derivar en un blues rápido de complicada ejecución pero que no pierde la raíz en ningún momento. Excepcional drive del piano y un interplay con batería cabalgando sobre ostinatos del bajo de César. Para mí es la cima del disco, seguro que le he escuchado más de una docena de veces en estos días. Pero cuidado, son opiniones personales. Otro día puede ser otro tema el agraciado.
Aparecen sonidos más eléctricos en la recta final del disco, más funkies también y con asomo de cierto minimalismo a veces, alguno invita al baile incluso a negados como yo que solo bailo pogo punk, por ejemplo Sometimes I say things.
El cierre con Starlight no puede ser mejor, ¿anticipa aventuras futuras? Puede.