Doce Notas

Despedida a lo grande

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Una vez más fuimos testigos en Les Arts de una velada operística esplendorosa en la que, además, se despedía el que había sido el director titular de la OCV desde 2021: James Gaffigan. Su puesto lo ocupará a partir de septiembre el británico Sir Mark Elder con dos óperas y dos programas sinfónicos para la temporada 2025-2026.

La «ópera romántica en tres actos» (según su título original) de El holandés errante se presentó en Les Arts sin interrupción, en una producción sobria del director de escena Willy Decker que ni molestó ni impactó visualmente. Conocida es la historia del capitán holandés Bernard Fokke en la leyenda de El holandés errante que le proporcionó a Wagner su material argumental tras una tormentosa travesía en barco a Londres. Wagner trasladó la acción del Cabo de Buena Esperanza a Escocia en la versión original de 1841, y más tarde a Noruega. La ópera, en la que supuestamente halló su propio estilo compositivo, se estrenó en Dresde a principios de 1843 con un éxito moderado y fue cancelada tras sólo cuatro representaciones. Wagner revisó la versión original en 1860, modificando sobre todo la obertura y el final.

James Gaffigan no desaprovechó la oportunidad de insuflarle vida al hilo narrativo desde los inicios de esta ópera profundamente romántica preparando al público para lo que estaba por venir. En la obertura se pudieron detectar indicios de la famosa técnica del leitmotiv de Wagner, por ejemplo en el motivo del Holandés, compuesto por cuartas y quintas justas, o en el de Senta y en la melodía de los marineros. Gaffigan compactó estos motivos con mano firme y le desplegó la alfombra roja a los cantantes que gustosamente aceptaron la invitación, ante todos, el estadounidense Nicholas Brownlee quien bordó su papel del holandés con su marcada voz de barítono. Muy de cerca le siguió la soprano sueca Elisabet Strid (Senta), absolutamente entregada a su rol de la joven atrapada en sus propios delirios y con curva ascendente conforme avanzaba la noche. Franz-Josef Selig (Daland) le hizo justicia a su reputación de excelente bajo wagneriano con timbre oscuro y potente, nítidamente articulado. El tenor Stanislas de Barbeyrac dibujó un Erik correcto como colofón de esta representación vocalmente satisfactoria gracias también a las hermosas intervenciones de los Coros de la Generalitat y de la Comunidad de Madrid.

A mi lado tenía sentado a un señor alemán, sin duda un entendido en ópera, quien le comentó a su acompañante que de las tres diferentes producciones que había visto de El holandés errante en los últimos seis meses, la de Les Arts había sido la que más le había gustado. Nosotros, sin poder compararla con otras, abandonamos la sala principal del coliseo con la sensación de haber asistido una vez más a una gran función, digna de los mejores teatros de ópera.

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