Doce Notas

El canto de las aves en la composición musical

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Valoradas por su canto y capacidad de comunicación, muchas aves han despertado interés ornitológico o inspiración musical en diversos compositores que, de forma real o simulada, han decidido expresarlo en sus partituras con importantes innovaciones y lenguaje propio.

Introducción

La evolución cognitiva del ser humano es compleja y para su conocimiento es necesario realizar investigaciones con minuciosos procesos de análisis. Por ello, arqueólogos y paleontólogos han estudiado el grado de desarrollo cerebral de nuestros ancestros y el volumen de sus cráneos fósiles para recopilar información, de manera indirecta, sobre diferentes tipos de capacidades, habilidades, relaciones y vínculos del comportamiento de nuestra especie para sobrevivir en la naturaleza.

La relación del hombre prehistórico con las aves y la música ha existido desde hace aproximadamente 40.000 años. La fabricación de instrumentos rudimentarios servía para reproducir sonidos de su entorno. El conocimiento de los ritmos, cánticos y sonidos terapéuticos eran parte esencial de las facultades curativas del chamán o del curandero de la comunidad que los utilizaba en los ritos de caza, religiosos y festivos.

Los primeros instrumentos musicales de la humanidad, descubiertos hace unas décadas y aceptados universalmente como tales, fueron flautas pertenecientes a yacimientos del Paleolítico, encontradas en las cuevas de Hohle Fels y Geibenklösterte (Alemania). Una de ellas presenta una elaboración muy delicada y está fabricada con hueso de ala de ave, concretamente del radio de un buitre. La otra está hecha con marfil perteneciente al colmillo de un mamut.

Por la distribución de los agujeros y las posibilidades musicales de las flautas, se consideran ajustadas a criterios musicales diatónicos muy agradables para la escucha, por lo que los científicos han excluido la hipótesis de considerar que se trate solamente de agujeros hechos al azar por depredadores.

Desde la perspectiva actual, sabemos que el sentido del oído potencia la conexión con el mundo, por lo que es conveniente promover un oído sensible, analítico y concentrado para que el proceso de oír, atender, seleccionar y escuchar se realice de forma integral.

La materia fónica, enviada a través de múltiples mensajes proporcionados por el fenómeno de la audición, es ordenada y codificada por el cerebro que percibe los estímulos sonoros de la escucha.

Con frecuencia, el ser humano solo procesa la información acústica a nivel inconsciente, es decir, realiza el acto pasivo de oír, ya que el cerebro recoge todos los sonidos del medio de forma indiscriminada. En cambio, si incorporamos la atención para detectar rasgos y reconocer patrones ambientales, se convierte en acto selectivo de escuchar a nivel consciente, que depende de la voluntad del sujeto y exige la intervención de otros factores de motivación involucrados en procesos cognitivos más complejos. Nuestro cerebro es capaz de interpretar sonidos, apreciarlos y asociarlos a determinados recuerdos o circunstancias, por ello, es determinante realizar una adecuada exploración sobre la variedad acústica a fin de potenciar el hábito de escucha.

Murray Schafer (Canadá, 1933-2021) propugna que debemos tener clara percepción del universo sónico para reconocer con facilidad los estímulos sensoriales del medio diferenciando el espacio visual y el espacio auditivo.

Las sociedades visuales están basadas en un proceso formado por la intervención de habilidades perceptuales que nos permite conocer, entender, asimilar y recordar toda la información visual, es decir, dirigen su mirada hacia adelante y se consideran más vanguardistas. La visión es más reflexiva y analítica. En el mundo occidental, predominan las metáforas visuales y la vista ha sido el referente para toda experiencia sensorial. El ser humano visual tiene muchos recursos para retener las memorias visuales con pinturas, libros o fotografías. La cotidianidad visual es heterogénea y rica en estímulos que provocan actitudes muy diferentes, según las características de las personas y los valores estéticos. Schafer propugna liberarnos del predominio de dichos estímulos visuales y otorgar más protagonismo a los estímulos auditivos, para comenzar a descubrir nuevamente el sonido de las variadas voces existentes.

Las sociedades aurales, en cambio, no pueden controlar o estructurar el universo acústico y están centradas en el momento, es decir, en el presente, sin estar encaminadas hacia adelante, hacia el futuro como las sociedades visuales. No existen párpados en los oídos y estamos obligados a oír. En general, son sociedades consideradas poco progresistas ya que para ordenar el mundo hay que cerrar los oídos, trazar líneas de propiedad, paredes rectas, carreteras y materia tangible que podemos observar con los ojos. Para una sociedad aural todos los sonidos son importantes y escuchar es estar en alerta máxima. Schafer observa que, en Ontario, la señal para dejar de taladrar los arces es cuando se escuchan las ranas de primavera, el hielo se derrite y la savia es más oscura. También es posible conocer la temperatura del medio ambiente a partir del sonido de los pasos de un hombre por la nieve, como elemento acústico que completa la información del entorno.

Retener las memorias aurales implica acudir a la repetición como medio para conservar y explicar el sonido. El sujeto que escucha participa en la declaración de la repetición y utiliza la memoria a fin de fijar, recordar, conservar, reproducir y reconocer los sonidos. La repetición nunca analiza simplemente insiste.

Por lo tanto, es muy importante aprender a escuchar para actuar de manera conjunta en los procesos donde intervienen la atención, concentración, percepción, memoria y aprendizaje mediante conductas apropiadas.

Los cambios acelerados del sonido ambiental urbano, sobre todo en intensidad y timbre, someten al hombre contemporáneo a vivir con elevada contaminación acústica a su alrededor, a la cual ya se está acostumbrando y empieza a considerarla un factor habitual.

La polución sonora disminuye la capacidad de atención y provoca alteraciones como insomnio, irritabilidad o desequilibrios del sistema nervioso central. Todo ello desgasta la sensibilidad auditiva, obstaculiza la optimización del funcionamiento intelectual y genera poco interés en la escucha. Por este motivo, es tarea fundamental reparar esta sensibilidad auditiva dañada por las agresiones acústicas de la vida cotidiana y optar por permanecer durante más tiempo en espacios donde habite el silencio.

La atención, como capacidad y recurso instrumental del funcionamiento cerebral, nos permite realizar mejor las operaciones cognitivas. Motivar y estimular son factores determinantes para el sistema atencional y sin ellos no hay perspectiva de una actividad mental coherente ya que la atención no funciona de forma aislada, sino que se relaciona con otros procesos mentales, principalmente con el procesamiento de la información. En muchas ocasiones, es considerada como un atributo de la percepción gracias a la cual seleccionamos la información más relevante y, de esta manera, la experiencia perceptiva no se presenta de forma desorganizada y caótica al cerebro.

Los procesos atencionales seleccionan la información perceptual entrante que se hace consciente. Dicha información penetra a través de nuestros sentidos, es procesada y almacenada en el cerebro para que pueda después ser evocada o recordada y, finalmente, ser utilizada si se la requiere. La aprehensión de la información se realiza a través de unos mecanismos que permiten el funcionamiento de la atención y son los siguientes:

1 – Precisión en la selección de estímulos relevantes de todo el flujo de información entrante desde el entorno para dar respuesta externa adecuada.

2 – Rapidez para detectar el estímulo que está siendo esperado, muy ligado a mecanismos preparatorios para la ejecución de planes de acción.

3 – Continuidad para sostener la atención frente a estímulos externos o al mantenimiento de determinadas conductas en el tiempo.

Los receptores sensoriales auditivos reaccionan frente a estímulos exógenos dependiendo de las características del estímulo en cuanto a novedad, intensidad y relevancia, ya que la selección y localización de la fuente sonora facilita focalizar la conducta atencional.

El canto de las aves presenta amplia diversidad sonora y cada una posee su propio resonar con sutiles modulaciones que marcan acústicamente los territorios. Machos y hembras emiten frases sonoras que podemos escuchar con oídos atentos. Por este motivo, percibir los sonidos del medio ambiente exige mucha atención para poder discriminar los fenómenos acústicos de los espacios, ampliar los límites de escucha del oído y valorar la conservación de las especies.

El cerebro aviar y la comunicación sonora del canto

La mayoría de las aves que nos cruzamos a diario en parques y jardines, como gorriones, pinzones, herrerillos bicolores, petirrojos y mirlos, pertenecen a la familia canora, aunque no todos los miembros de dicha familia poseen línea melódica en su canto.

Con el fin de averiguar el modo en que se organizan las neuronas del cerebro aviar, científicos de la Universidad Vanderbilt, en Nashville (EE.UU.), exploraron el encéfalo de varias especies avícolas. En concreto, centraron sus estudios en la estructura de la corteza cerebral, el palio, que ejerce como sede de los procesos cognitivos superiores. Comprobaron que, en las aves canoras, la densidad de células nerviosas alojadas en dicha región era muy elevada y se cuadriplicaba en comparación con los roedores, que poseen un cerebro de igual tamaño. Esta densa acumulación de neuronas podría radicar en el principio económico de construcción del cerebro aviar, ya que el recorrido de las conexiones neuronales es muy corto debido al pequeño espacio disponible y solo algunas aves tienen trayectos más largos. Así, se explicaría que muchas especies posean capacidades cognitivas que, generalmente, no se atribuyen a cerebros de reducidas dimensiones.

Por este motivo, el pequeño tamaño del cerebro aviar está obligado a concentrar una cantidad de neuronas sorprendentemente abundante que, en algunas aves, favorece el desarrollo de su destreza para esconder alimento y robar comida mediante el engaño como los cuervos o imitar sonidos complejos como los loros.

Durante las últimas décadas se han dedicado numerosos estudios para ampliar el conocimiento del cerebro aviar, sobre todo en cuanto a estructura, función, proceso de aprendizaje y capacidad de cognición pero apenas se han obtenido datos sobre sus habilidades. Probablemente, sea debido a que la mayoría de las aves no están en laboratorios para hacer trabajos experimentales y lo que se conoce son conjeturas basadas en el tamaño del cerebro en relación con su dieta, hábitat, tamaño corporal, sistema social y ciclo vital. Todo ello, ayuda a conformar una aproximación del uso que hacen del cerebro (buscar comida, relacionarse, reproducirse o fabricar un hogar) pero, al carecer de experimentos adecuados y fiables, la explicación sobre su evolución todavía está abierta a nuevos análisis y exploraciones.

A pesar de las dificultades mencionadas, varios científicos han realizado pruebas controladas minuciosamente obteniendo resultados esclarecedores para revaluar la forma de identificar y clasificar descubrimientos del cerebro aviar sobre flexibilidad conductual, capacidades para afrontar circunstancias cambiantes, respuestas a estímulos sensoriales y adaptación a nuevos desafíos, cuyos recientes hallazgos han revolucionado conceptos anteriormente establecidos.

A nivel anatómico, las aves presentan esquemas corporales que exhiben adaptaciones inusuales en comparación con otros vertebrados, en su mayor parte, debido al vuelo, aunque las aves terrestres no voladoras tienen algunas variaciones.

A nivel sensorial, las aves tienen bien desarrollado el sentido visual y auditivo, en cambio, el sentido táctil y olfativo solo están bien desarrollado en unos pocos grupos. Las señales visuales y auditivas, la asociación con el alimento y otras recompensas también han sido estudiadas, comprobando que pueden reconocer y distinguir formas complejas que ayudan a su supervivencia.

Los ojos de las aves, como órgano sensorial de la visión, tienen mucha importancia. La mayoría de las especies tienen los ojos situados en los laterales de su cabeza pero, en algunos casos, miran hacia el frente. Esta diferencia suele indicar si la especie es depredadora o presa. Las presas necesitan tener un campo visual amplio para detectar a los depredadores, incluso si vienen por detrás. En cambio, las depredadoras deben centrar su atención en la presa que tienen delante. Las presas solo necesitan diferenciar la orientación de la cabeza y no de la mirada. Las depredadoras, en cambio, mueven la cabeza y los ojos se mueven con ella para centrar su atención en la presa, ya que sus músculos oculares no son complejos y no se pueden mover de forma independiente a la cabeza. Los ojos dirigen su mirada hacia la comida pero no hay movimiento de la cabeza y revelan hacia donde está interesada dicha mirada para decidir el tipo de conducta a seguir, es decir, de ataque o indiferencia.

El oído de las aves abarca una gama de frecuencias diferente al oído humano. En general, no pueden oír los ultrasonidos, más de 20.000 Herzios, pero algunas pueden oír los infrasonidos, menos de 20 Herzios. Tienen el oído bien desarrollado y carece de pabellón auricular. Las plumas cubren el oído quedando oculto desde el exterior y también lo protegen reduciendo el impacto acústico del ruido del viento. En algunas aves, forman penachos que parecen orejas, como observamos en los búhos. Sin embargo, la ausencia de orejas exige que realicen rotaciones de la cabeza para percibir sonidos provenientes de diferentes direcciones. Algunas aves son capaces de desplazarse en la oscuridad gracias a sus oídos que están adaptados a la ecolocalización, sistema que les permite conocer su entorno por medio de la interpretación del eco que los objetos producen a su alrededor.

La comunicación entre las aves es variada y puede implicar señales visuales y sonoras, por lo que existen estudiosos dedicados al conocimiento de la ornitología visual y otros a la ornitología auditiva. Dicha división puede obstaculizar las investigaciones en algunas ocasiones, ya que para muchas especies se utilizan criterios visuales de extrema complejidad y para otras se usan criterios acústicos de gran simplicidad, desconocidos por algunos ornitólogos en la práctica del trabajo de campo, pero también hay científicos que tratan de integrar ambas divisiones y profundizar en la actividad vocal desde perspectivas pluridisciplinares.

La mayoría de las aves emiten sonidos que, a través de las redes neuronales, conectan diversos aspectos como la percepción, memorización, imitación de vocalizaciones, llamadas y ejecución del canto, pero las definidas como aves canoras, aves cantoras, pájaros cantores o passeri, se caracterizan por el gran desarrollo del canto que suele ser agradable al oído humano.

El órgano vocal de las aves es la siringe, estructura ubicada en la base de la tráquea que produce sonidos complejos por vibraciones en las paredes a través del aire que pasa por ella. Las aves son las únicas que tienen este órgano y, en ocasiones, es tan diminuto como una gota de agua.

La función de fonación en las aves es enviar señales sonoras con diversos fines y pueden estar formadas por dos o más sonidos simultáneamente. La estructura sónica puede ser monótona, es decir, tener la misma frecuencia todo el tiempo o modulada, cuando presenta alternancia de frases ascendentes y descendentes.

El canto de las aves sirve para comunicar la identidad, transmitir información sobre el paradero de un individuo a otras aves y expresar las intenciones sexuales para el apareamiento. La noche es el momento en que muchas aves están más activas y emiten más sonidos, ya que es en la penumbra cuando un buen número de especies emprende el vuelo para migrar. En determinadas zonas de nuestro país, si el viento es favorable, el cielo estrellado se llena de voces de garzas, zorzales o papamoscas y es fácil hacer un seguimiento a distancia realizando grabaciones sonoras de estas migraciones nocturnas. El paso migratorio, con frecuencia, depende de los vientos predominantes y la circunstancia de estar el cielo más o menos nublado parece que desempeña un papel insignificante.

Las aves emiten cantos y llamadas, aunque debemos observar que todas usan las llamadas pero no todas cantan. Las aves que cantan o pájaros cantores, por lo general, son los machos para captar la atención de la hembra y tener éxito en el cortejo. Estos sonidos atraen a la hembra por la calidad de notas diferentes, longitud o repertorio. También tienen otros sonidos utilizados para defender el territorio, reducir las tentativas de invasión de machos ajenos o emitir alertas de peligro relacionadas con la prole, depredadores, comida, ataque y vuelo. Algunas aves poseen cantos potentes, largos y con estructura compleja y otras están dotadas de sílabas, trinos o gorjeos de gran variedad que suscitan emociones en la escucha y enriquecen los paisajes sonoros de la naturaleza.

El ámbito totalmente innovador de la Bioacústica permite notables avances en el estudio de las voces de las aves, ya que algunos cantos se sitúan en el límite de las capacidades auditivas humanas y ningún oído, por agudo que sea, puede escucharlos plenamente. La ayuda proporcionada por micrófonos, grabadoras y sonogramas facilitan la escucha que sobrepasan nuestro límite audible.

El canto de las aves en la composición musical

A través de las obras siguientes, donde confluyen imaginación metodológica, recursos melódicos, técnicas rítmicas, armonías tonales o atonales, timbres y arpegios, junto con las idealizaciones sonoras expresadas desde la subjetividad de cada compositor, podremos apreciar variadas descripciones del canto de las aves. Todo ello permitirá aproximarnos a diferentes ambientes acústicos de la naturaleza y desvelar nuevas sensaciones auditivas que enriquecerán la escucha.

1. El canto de los pájaros. Clement Janequin (1485-1558). Perteneciente al Renacimiento francés, fue un compositor muy popular durante su vida y también apreciado por sus chansons, tanto en el ámbito secular como en el sacro. Esta obra contiene muchos efectos onomatopéyicos que imitan el canto del ruiseñor y el cuco.

2. La Poule (La gallina). Jean Philippe Rameau (1683-1764). Nacido en Paris, fue un compositor, clavecinista y teórico musical muy influyente en el Barroco francés. Con este título, desarrolla una idea musicalmente sencilla reproduciendo la misma nota varias veces con vivacidad rítmica (Co, co, co, co, co…) para aludir al sonido del cacareo de la gallina en un corral, revelando sus capacidades técnicas y expresivas.

3. Concierto para flauta, cuerda y bajo continuo en Re M, Op.10, Número 3, RV 428, El Jilguero (Il Gardellino, Voz en dialecto veneciano del término Il Cardelino, nombre que recibe el jilguero en italiano). Antonio Vivaldi (1678-1741). Compositor, violinista, profesor y sacerdote católico veneciano, apodado il prete rosso (el cura rojo) por su color de pelo, fue uno de los máximos representantes del Barroco italiano. Compone más de ochocientas setenta obras y su influencia se extendió por toda Europa. Muchas de sus partituras las escribe para el conjunto musical femenino del Ospedale della Pietà, hogar para huérfanos o hijos ilegítimos, donde desarrolla una intensa labor impartiendo clases de música como profesor de violín. Esta obra, dotada de colorido y serena belleza, recrea el canto del jilguero con una interesante exploración tímbrica de la flauta travesera. El primer y tercer movimiento tiene diversos trinos entre flauta y violines, mientras que en el segundo resalta las cualidades líricas del instrumento solista.

4. La Urraca ladrona (La gazza ladra). Gioachino Rossini (1792-1868). Compositor italiano que escribe numerosas óperas, música de cámara y música sacra con atractivas melodías y novedosa instrumentación en sus partituras, aplicadas tanto para la ópera cómica de carácter desenfadado como en la seria. Esta ópera tiene dos actos que describen, a modo de metáfora, la atracción fatal de este córvido hacia objetos brillantes. Principalmente, es conocida por su obertura, elegida por varios cineastas para formar parte de las bandas sonoras de algunas películas como La naranja mecánica de Stanley Kubrick, Erase una vez en América de Sergio Leone y El honor de los Prizzi de John Huston. También ha sido incluida en diversos anuncios publicitarios de radio y televisión.

5. El pájaro de fuego. Igor Stravinsky (1882-1971). Compositor y director de orquesta ruso, discípulo de Rimsky-Korsakov, presenta geniales intuiciones musicales a través de diferentes corrientes estéticas, sin alejarse de sus inquietudes expresivas eminentemente personales y aportando un nuevo concepto del ritmo y de las estructuras musicales. Ballet en un acto y dos escenas, fue estrenado en la Opera de Paris en 1910 con la bailarina Tamara Karsávina como intérprete del Pájaro de Fuego. Está basado en cuentos populares rusos que fascinaban a este compositor y destinado para gran orquesta con amplia instrumentación.

6. La alondra elevándose. Ralph Vaughan Williams (1872-1958). Exquisita romanza rapsódica para violín y orquesta, inspirada en un largo poema homónimo de George Meredith y dedicada a la violinista inglesa Marie Hall. El compositor emplea una escala pentatónica o pentáfona (cinco notas) y, así, libera al violín de un centro tonal fijo como ocurre en la escala heptáfona (siete notas), con melodías delicadas que otorga a la obra un lirismo muy personal.

7. El mirlo negro. Olivier Messiaen (1908-1992). Compositor, profesor y organista francés, fue un apasionado de los pájaros y escribió importantes composiciones referidas a ellos. Dedicado a la ornitología con entrega y criterios de científico, trabajó durante mucho tiempo escuchando y observando sus conductas para después anotar y llevar a los pentagramas los sonidos de sus cantos. Esta obra para flauta y piano está profundamente inspirada en el canto del mirlo. En ella refleja su interés y habilidad para transcribir los cantos de los pájaros al lenguaje musical.

Otras obras se han escrito sobre el canto de las aves formando un extenso legado histórico para la humanidad. Debemos recordar que cada partitura es una aportación singular del compositor, influido con los valores socioculturales de la época y de su propia subjetividad. Todo ello, invita al diálogo musical favoreciendo el sentimiento de pertenencia y unión con la naturaleza.

Mª Soledad Cabrelles Sagredo.
Doctora en Filosofía y CC.Educación. Titulada en Música.

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