Doce Notas

Buscando prioridades y equilibrios en el aprendizaje instrumental

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La presentación de una obra o colección de obras artísticas en una sala de exposición se podría considerar como la finalidad última de un artista, ya sea un pintor, o un escultor, por ejemplo. Sería la culminación de un largo proceso de trabajo y estudio en pos de la excelencia creativa o compositiva, y que encuentra su sentido más pleno en la participación, contemplación, disfrute o deleite de las personas que interactúan con la creación artística. De igual manera, en el contexto de la formación en los conservatorios, cabría estimar que la interpretación pública, en un espacio escénico, es el fin primero y último de los estudiantes que se forman como músicos

En la reflexión sobre las finalidades educativas, resulta entonces pertinente preguntarse ¿qué hay que enseñar para interpretar música? o dando un paso más allá, ¿qué habría que enseñar para interpretar música, en un espacio escénico?

Quizás la cuestión clave está en la respuesta a la pregunta ¿los planteamientos educativos se realizan sobre la formación de instrumentistas/músicos o de personas que tocan un instrumento/hacen música? O expresado de otra manera, cuando un profesor enseña a un alumno cómo interpretar un nocturno de Chopin o una fuga de Bach, e incluso introduce elementos metodológicos para acercar esa interpretación a una presentación en escena, ¿qué es lo más importante: el profesor, la pieza musical, la propia interpretación, o el alumno?

Estas reflexiones son compartidas por muchos investigadores y profesores, para quienes el elemento principal de todo el proceso musical y educativo es, sin duda, el alumno mismo. Esto puede parecer obvio, pero a veces, lo obvio es lo primero que se nos olvida. Si realmente los profesores de instrumento nos creemos este planteamiento, entonces habría que considerar el bienestar psicológico (y físico) como la base la base en la excelencia musical y escénica.

Hay que reconocer que la cuestión es compleja. Las enseñanzas musicales de conservatorio se caracterizan por elevados niveles de exigencia física, psicológica y emocional, y el profesorado necesita saber cómo conciliar un eficiente trabajo técnico-interpretativo, con el bienestar físico y sobre todo el bienestar psicológico, como base para el desempeño musical sostenible. Se tendrían que armonizar, por tanto, la calidad de los conocimientos alcanzados con la calidad en las experiencias del aprendizaje musical y las experiencias escénicas. Es decir, no se pueden/deben alcanzar unos logros educativos o interpretativos a costa de la salud física o psicológica de los intérpretes.

Sin embargo, muchas iniciativas de instituciones internacionales y centros de referencia en la educación musical, trabajan junto a los profesores en esta línea y además brindan a los estudiantes ayuda relacionada con la salud y el bienestar a través de servicios específicos de bienestar, asesoramiento, terapia y formación específicas. Por ejemplo, la Red de Conservatorios Saludables es una red internacional de más de 50 conservatorios e instituciones de artes escénicas cuya finalidad es “crear entornos que promuevan y mejoren la salud y el bienestar de los artistas intérpretes, permitiéndoles alcanzar su máximo potencial y desarrollar carreras saludables y sostenibles” (Healthy Conservatoires, 2024).

En estos centros se adopta una perspectiva holística e interdisciplinar de la formación musical sin perder de vista las competencias exigidas a los estudiantes para adaptarse a las demandas del mundo laboral en la compleja sociedad del siglo XXI. Pero tienen también en cuenta un enfoque realista de los contextos de aprendizaje musical y consideran como fundamental la atención a las necesidades psicológicas del estudiante, favoreciendo de esta manera que el aprendizaje sea además motivador.

Aún quedan muchos retos por delante, pero iniciativas como esta invita a la reflexión y abordaje de la preparación musical y escénica de los estudiantes en los conservatorios desde enfoques más amplios y basados en la evidencia en cuanto a sus metodologías para el bienestar psicológico y salud mental. Y en los que se han de incluir los currículos educativos, nosotros los profesores, los conservatorios como instituciones educativas y las propias ideologías o creencias respecto de la música clásica occidental. Tal y como afirman Wijsman y Ackermann (2019) “las semillas de los problemas de salud que enfrentan los músicos adultos se siembran temprano en sus vidas”.

Francisco de Paula Ortiz Ruiz. Profesor de piano en el Conservatorio Profesional de Música de Sevilla. Miembro del equipo docente del Máster de Psicología y Música de la UNED

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