Doce Notas

Mil pesares: otra manera de entender la delicadeza, por Dolce Rima

Una seña de identidad de las propuestas artísticas de pequeño formato es que, por más virtuosismo que se pueda (o se quiera exhibir) la falta de ampulosidad deja al descubierto la presencia o no de esa aura intangible que diferencia el emitir sonidos afinados y “en su sitio” de un auténtico hacer arte. Esa aura no solo la tienen, sino que es la seña de identidad del dúo Dolce Rima, que en su nuevo trabajo Mil pesares vuelven a su formación de dúo, exhibiendo todo su saber hacer.

Como se puede intuir del título del CD, la propuesta gira en torno a la célebre Mille Regretz, de Josquin Desprez, conocida, además de por su belleza, por al parecer haber sido la favorita de Carlos I y a la cual Luis de Narbaez se refiere como la Canción del Emperador en sus “Seys libros del Delphin de musica”. A excepción de la pieza de Desprez y del Tres morillas del Cancionero de Palacio, el listado de piezas, construido a modo de recital transita por el repertorio de los vihuelistas españoles del XVI, donde no faltan ninguno de los grandes nombres.

Comenzando la audición por orden (como se intuye que tiene más sentido) el abrir con Mille regretz es una declaración de intenciones, no solo de qué vamos a escuchar, sino de cómo. La sobriedad y la languidez de esta pieza ha generado multitud de versiones que se recrean no solo en su amargo poema, sino en su triste sonoridad, versiones que languidecen hermosamente. En el caso de Dolce rima, la versión es más amarga que triste, sintetizado en cómo se deja escuchar la que quizás es la frase estrella de la pieza “(…) et peine douloureuse”. Esa es la tónica general de la producción, en donde a la intimidad que proporciona el formato de dúo y la delicada filigrana de la vihuela, la expresividad sin languidez funciona como contrapeso.

Además de esto encontramos detalles que también aportan variedad, como la inclusión de percusión o la lectura, traducida al castellano, de La vite fugge, una de las dos únicas piezas que nos brindan en un idioma diferente a este y esto aunque no lo parezca, es un criterio histórico de interpretación porque, además de música, si algo es este repertorio, es poesía.

Por último, hay un par de cuestiones extramusicales que valorar, las notas del booklet, firmadas por Mario Guada (en las que se agradece que se incluyan fuentes y bibliografía) y la preciosa portada diseñada por David González. Aunque de entrada pueda parecer que abunda en el machacado topoi de la sublimación del sufrimiento femenino, en realidad esta cualidad (¿un alter ego de las dos músicos principales de la producción?) raya lo anecdótico, porque no vemos su cuerpo, y su rostro no es ideal, solo expresivo como las interpretaciones grabadas.

En definitiva, una escucha más que recomendada, porque delicadeza no es debilidad, y la expresividad no tiene que ser un estallido de intensidad y, en último término, ya hemos escuchado demasiadas versiones lánguidas de este repertorio con este formato.

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