
Entrar en las salas de conciertos tiene sus puntos fuertes y débiles. Como fuerte podemos destacar la visibilidad y relevancia social. Como débil que el listón de exigencia en originalidad y virtuosismo sube mucho.
Este punto fuerte lo es también para Margherita Berlanda. Sorprende en cada una de las piezas, muy diferentes entre sí. Italiana ha adoptado el acordeón como el instrumento con que investigar musical y performativamente. Actúa en grandes festivales, programas y auditorios europeos, especialmente en aquellos con vocación contemporánea y experimental. Dirige el espacio “Anomalía” de Trento y está involucrada en la presentación artística contemporánea y la formación musical.
El disco se configura partiendo de la atonalidad expresionista del compositor palestino Samir Odeh-Tamimi, pasando por la experimentación sónica de Roberto Vetrano, la búsqueda de sonoridades y desarrollos compositivos de Keiko Harada y la función casi respiratoria y vocal de Younghi Pagh-Paan.
La obra de Manuela Kerer nos devuelve al campo experimental manejando además objetos y electrónica.
La pieza final, obra de Nicolaus Herber, nos lleva de nuevo a la atonalidad, en un tono más introspectivo y ¿quizá improvisatorio? No sabría asegurarlo…
Una muestra más de que la evolución musical, instrumental e interpretativa no para, puede ralentizar su paso, pero siempre hay creadores e intérpretes que corren riesgos y casi siempre aciertan.
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