
Un ballo in maschera es uno de ellos. Rafael R. Villalobos firma esta nueva producción y defiende su contemporaneidad al preguntarse “¿acaso no es la sociedad contemporánea un infinito baile de máscaras donde cada uno de nosotros elige concienzudamente cómo presentarse ante los demás, ya sea en directo o en las redes sociales?” Para no obstante entender su mensaje y lo que acontecía sobre el escenario era imprescindible documentarse antes. El desdoblamiento del personaje de Ulrica en una mujer negra y una cantante blanca o la transfiguración sexual de Oscar carecían de sentido sin conocer las intenciones del director de escena que contó con el apoyo de un equipò formado por Emanuele Sinisi (escenografía), Lorenzo Caprile (vestuario), Felipe Ramos (iluminación) y Javier Pérez (movimiento). Según explica Rafael R. Villalobos, en este nuevo montaje “hemos querido centrarnos en cómo el tablero político de EE. UU. cambia radicalmente a final de los años 80 cuando la democratización de la televisión consigue que llegue a todos los hogares”.
La visión ochentera de la ópera tuvo como protagonistas vocales al tenor Francesco Meli (Riccardo) y la soprano Anna Pirozzi (Amelia) en los papeles principales. Ambos lucieron con sus voces, si bien el primero pudo haberle sacado más partido a su personaje en términos visuales, mientras que la segunda, impecable en los agudos, se mostró algo apagada en el registro grave. El barítono Franco Vassallo (Renato) resolvió la papeleta satisfactoriamente, mientras que la soprano valenciana (Oscar) llamó la atención por su homogeneidad y claridad tímbrica, al igual que se mostró muy precisa en lo rítmico. La mezzosoprano polaca Agnieszka Rehlis (Ulrica) no pasó de una actuación correcta, a la cual hay que sumar las breves pero excelentes intervenciones de Toni Marsol (Silvano), Thomas Viñals (Un servo d’Amelia), Irakli Pkhaladze (Samuel) y Javier Castañeda (Tom).
El director de orquesta Antonino Fogliani volvió al foso de Les Arts después de dirigir Madama Butterfly en 2021. El maestro de Messina pasa por ser uno de los grandes expertos actuales del repertorio italiano y supo conducir a la orquesta con mano segura a través del entramado musical verdiano. Las respuestas tanto de la OCV como del Coro de la Generalidad volvieron a ser esencialmente más que satisfactorias.
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