Doce Notas

El ciclo Círculo de Cámara recibe a Benjamin Alard

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El universo de Benjamin Alard es el de la música de Juan Sebastián Bach. Su complicidad musical es tal que en 2004 el jurado del Concurso internacional de clave de Brujas le concede su primer premio. Benjamin Alard sintió desde muy joven una gran fascinación por los misterios del órgano. Sus primeros maestros fueron Louis Thiry y François Ménissier, en los conservatorios de Dieppe y de Rouen. Gracias a Elisabeth Joyé, con quien estudiaba en París, Alard descubre el repertorio de clave.

En 2003 ingresa en la Schola Cantorum de Basilea para trabajar con Jörg Andreas Bötticher, Jean-Claude Zehnder y Andrea Marcon. Desde 2005 es el titular del órgano Bernard Aubertin de la iglesia Saint-Louis-en l’Île de París, donde da recitales de forma recurrente consagrados a la música de Bach.

Desde 2005 es el titular del órgano Bernard Aubertin de la iglesia Saint-Louis-en l’Île de París, donde da recitales de forma recurrente consagrados a la música de Bach. Tanto en lo que respecta al órgano como al clave, divide su tiempo entre los recitales y la música de cámara (con dos claves con Élisabeth Joyé, en sonata con el violinista François Fernandez o incluso con el flautista Emmanuel Pahud). Cada temporada musical es invitado a los principales centros de música antigua de todo el mundo.

«La obra es un prodigio de invención, no de una variación sobre la cautivadora melodía del aria inicial, sino sobre la línea del bajo. A partir de ella, se intercalan cánones, variaciones con distinto formato, como danzas, pequeñas fugas y una obertura francesa, con otras de decidida brillantez y alta demanda técnica. Tras el aria y las dos primeras variaciones, el patrón de canon-variación, de formato diverso-variación virtuosista, se mantiene hasta el quodlibet que precede a la repetición final del aria. Probablemente no existe una respuesta simple que explique por qué esta obra ha ejercido esa fascinación excepcional sobre artistas, estudiosos y aficionados. Quizá haya que buscarla en la magistral combinación de encanto, belleza, perfección constructiva y arte visionario. Aunque en realidad buena parte de esta combinación podría muy bien aplicarse a la práctica totalidad de la producción de Bach, las Goldberg suponen, sin duda, uno de sus ejemplos más significativos. Hay algo de misterio en todo ello, quizá por esa singular mezcla de alegría, perfección y belleza, siempre poderosos cicatrizantes para las heridas del espíritu» (Rafael Ortega Basagoiti). 

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